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Como un profesor del Lejano OesteA José Miguel Pérez le encantaban las películas del Oeste y, de hecho, a él le debemos en gran parte que durante una época ese ... género llenase las sobremesas de Televisión Canaria. Y, pensándolo ahora que ya no está, José Miguel Pérez tenía cierto parecido con ese típico maestro del Far West americano que se empeña en llevar la educación allí donde solo impera la ley del que dispara más rápido. Más o menos como el personaje de Ramson Stoddard en 'El hombre que mató a Liberty Valance', donde James Stewart hace las veces de un abogado que también se pone el traje de docente y, ya puestos, hasta el de camarero.
El territorio sin ley en el que aterrizó, cual paracaidista, el profesor Pérez García fue la política canaria y, en particular, un Partido Socialista que andaba desnortado desde que Saavedra dejó la secretaría regional. En ese terreno minado, donde había -y sigue habiendo- baronías insulares todopoderosas y muchas 'capillitas', José Miguel Pérez hizo mucho más de lo que se esperaba de él, sobre todo de lo que esperaban aquellos que desde el minuto uno ansiaban que fracasara.
Como quien asume una oposición o el trabajo de una tesis doctoral, se tomó con paciencia reconstruir la marca socialista y al final logró que el partido volviera a tener importantes cuotas de poder. Lo hizo, además, formando tándem con políticos de otras formaciones de talantes muy diferentes al suyo. No hay más que recordar que presidió el Cabildo grancanario con Román Rodríguez como vicepresidente -casi nada...- y que durante cuatro años fue el segundo a bordo del Gobierno canario con Paulino Rivero en la Presidencia.
En el balance deja la Ley de Educación y, sobre todo, la defensa de la docencia pública como un pilar para el desarrollo y el bienestar. Y también como un mecanismo para batallar por la igualdad social, algo muy necesaria en esta Canarias que lo mismo presume de millones de turistas que ofrece el envés de una tasa de exclusión social mayúscula.
Cuando se fue de la política, lo hizo sin ruido. Digamos que el paracaidista de entonces recogió los bártulos, los metió en el petate y se marchó. Y regresó a la docencia y la investigación histórica, que fue siempre su pasión.
Después apareció la enfermedad, que encaró con tenacidad. En junio de este año nos vimos en la apertura de una exposición histórica en el Castillo de Mata y allí estaba leyendo hasta la última línea de lo que se mostraba. Como ese maestro que mira a ver si los discípulos han hecho bien los deberes.
Descansa en paz. En enero de 2023 me dijiste que no querías duelo y solo te puedo decir que lo intentaremos.
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