Un problema estructural
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Del director ·
El lamentable episodio de Barbate ha ido acompañado de un público que jaleaba la agresiónNingún cuerpo policial debe luchar contra el delito con menos medios de los que disponen los delincuentes. Cuando eso ocurre, se están comprando muchos boletos ... en la lotería para que las cosas salgan mal. Como ha pasado esta semana en Barbate, con la trágica muerte violenta de dos agentes de la Guardia Civil.
Un Estado de derecho, como es España, no solo debe presumir de contar con una justicia garantista e igualmente con medios suficientes, sino que es clave que las fuerzas policiales puedan hacer su trabajo con garantías para ellos y para terceros. Es ahí donde empieza la Justicia -sí, con mayúscula en este caso- y no solo cuando un detenido entra por la puerta de un juzgado.
Pero hay problemas donde la dimensión va mucho más allá de los metros de una lancha de la Guardia Civil o de cuántos agentes hay a bordo. El lamentable episodio de Barbate ha ido acompañado de un público que jaleaba la agresión a los guardias, como también eran jaleados los detenidos en el momento de su pase a disposición judicial. Tampoco se han ocultado ante las cámaras esos familiares y amigos a la hora de justificar la implicación en ese u otros delitos con el argumento de que, a falta de otros empleos, hay que ganarse la vida como sea. Cuando ese mensaje se normaliza, es que estamos ante una sociedad enferma. Y la culpa no es del paciente exclusivamente, sino de una serie de factores que producen la patología.
Lo vimos en la Galicia que transitó en su día del contrabando de tabaco al de la droga y lo vemos en esas costas andaluzas donde se asume como algo 'normal' dedicarse al trasiego de droga procedente en su mayoría del norte de África. Detrás de ello está la creencia de que no se le hace mal a nadie, como si la droga fuese inocua. Esa 'normalización' hará que mañana los hijos de esos padres que aplaudían lo ocurrido o que aplaudían a los detenidos se conviertan en nuevos peones del narcotráfico. Lo harán sin remordimiento alguno e incluso con el orgullo de dar continuidad a la tradición familiar, como si de una actividad gremial se tratase.
Es urgente acometer un plan de choque seriamente pensado y dotado de medios. Con soluciones que pasan por incrementar los recursos de las fuerzas y cuerpos de seguridad, como también revisar algunos protocolos judiciales que siempre acaban favoreciendo al delincuente. Pero o se trabaja en lo económico, en lo social y en lo cultural o la batalla está perdida.
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