Directo Caleb Olson se corona en la prueba reina de la Transgrancanaria

Cual emperador romano, Trump le ha dicho, a su manera, a Zelenski que la suerte está echada. O sea, que se acerca el fin de ... la guerra en Ucrania, que el acuerdo lo negociarán directamente Estados Unidos y Rusia, con el país invadido como testigo mudo y con la Unión Europea como actor no invitado a la mesa. De la OTAN y del deseo de Ucrania de entrar en ese club y de garantizarse el paraguas militar de la Alianza, pues ya veremos, porque a día de hoy Trump no siente especial apego por una organización que cree que no es rentable para su país.

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El teléfono rojo, ese que conecta directamente el despacho del presidente de Estados Unidos con el del líder de Rusia, funciona de nuevo y lo hace sin interferencias. Veníamos de un presidente Biden que llegó a llamar «asesino» en una entrevista televisiva Putin y estamos en otra página: dos magnates autócratas que se entienden bien porque, aunque uno estadounidense y el otro ruso, hablan el mismo idioma. Ese que tiene que ver con el poder y los negocios.

La puesta en escena de Trump desde antes de llegar a la Casa Blanca es de un giro radical a los acontecimientos. Lo ha hecho en materia migratoria, también en la arancelaria e incluso precipitó los acontecimientos en Oriente Próximo para presentarse como el artífice del acuerdo de paz en Gaza, en lugar de un Biden que ya estaba con las maletas preparadas para desalojar la Casa Blanca.

En cuanto a Zelenski, no olvidemos que Trump tiene una espina clavada con él:quiso contar con sus servicios para hurgar en las miserias de Hunter, el hijo de Biden, y el dirigente de Ucrania no colaboró. Después vino el acaramelamiento entre Kiev y la Unión Europea, cosa que tampoco es del agrado de Trump, y ahora se entiende porqué a Ucrania le toca ser convidado de piedra en un acuerdo que le afecta directamente. Es más, ya se habla de que Zelenski accederá a facilitar el negocio de extracción de las tierras raras en su subsuelo a cambio de unas migajas militares de Estados Unidos y, sobre todo, de una especie de Plan Marshall.

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En esto último hay que poner el ojo porque, después de tres años de guerra en los que la industria militar ha hecho el gran negocio, ahora llega otro similar o mayor de la mano de la reconstrucción millonaria que precisa el país. Más o menos lo que se está planteando para Gaza. Quienes tengan picos, palas, excavadoras, hormigón y vigas se van a hacer de oro en los próximos años. Y ahí estará EE UU, o al menos los amigos de Trump.

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