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Como si fuera Manuel Fraga Iribarne en la playa de Palomares, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se zambulló el pasado miércoles en las aguas ... del río Sena para convencernos de que es apto para acoger algunas pruebas de los Juegos Olímpicos que arrancarán en una semana. Eso sí, Hidalgo tuvo que posponer un par de días el chapuzón a la espera de que bajasen los índices de contaminación de las aguas y lo hizo con un traje de neopreno que sonaba a un intento de evitar una erupción en la piel.
Se supone que por aquello de innovar, París se ha empeñado en unos Juegos que se salgan de la norma y por dar el protagonismo a la ciudad y no a un estadio olímpico. Así será desde la propia ceremonia de inauguración, que trae de cabeza a las fuerzas de seguridad francesas por la decisión de que tenga lugar en pleno centro de la ciudad y en torno al Sena. Y en varias pruebas está previsto que sea el río el escenario en el que compitan los deportistas, todo ello si los análisis previos certifican que las aguas no son un riesgo para la salud de los participantes. Si todo sale bien, París se anotará un gran tanto promocional, pero si algo falla el daño al propio olimpismo será mayúsculo, y también para la ciudad y para el deporte.
Todo ello, además, en un contexto especialmente singular en Francia:acaba de salir de un proceso electoral convulso, que ha deparado la ausencia de mayorías claras en la Asamblea, y con un primer ministro y un Gobierno que dimitieron en pleno y están solo en sus cargos para despachar facturas y firmas nóminas. Así las cosas, Francia afronta una cita tan importante como los Juegos con el Ejecutivo descabezado e inmersa en un proceso de negociación política a varias bandas que es casi una novedad, pues no forma parte de su tradición. Se supone que la maquinaria olímpica camina por su cuenta y al margen del Gobierno, pero todos sabemos que los Juegos son cuestión de Estado, tanto para conseguirlos como para gestionarlos, en especial cuando la seguridad es clave para un buen resultado.
Espero que dentro de una semana solo estemos hablando de deporte y no tanto de la calidad de las aguas del Sena o de desajustes organizativos. Confío en que los políticos, gobierne quien gobierne, asuman que el protagonismo es de los hombres y mujeres que llevan años trabajando con esfuerzo para conseguir el billete olímpico. Y también espero que los gobiernos de los países que compiten asuman el espíritu de concordia que caracteriza al olimpismo: con dos guerras de por medio, es más necesario que nunca.
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