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Con tristeza, un integrante del equipo que lideró la batalla contra la erupción volcánica de La Palma señaló dos días después del paso de la ... DANA por el flanco este peninsular: «¡Es que no han aprendido nada!». Yasí es.
El Congreso de los Diputados vivió este miércoles un debate sobre lo ocurrido en la gestión de la crisis por las lluvias y la posterior riada y es evidente que no solo no se ha aprendido nada, sino que sigue la máxima de tratar de sacar rédito político de la desgracia ajena. Una estrategia que atraviesa todo el arco parlamentario y de la que se libran solo los partidos de ámbito nacionalista. Por cierto, es bastante esclarecedor de lo degradado que está el diálogo parlamentario cuando uno acaba con la tentación de pensar que la intervención más sensata fue la de Mertxe Aixpurua, de EH Bildu.
Recordemos lo que pasó en La Palma: había un Cabildo gobernado por el Partido Popular, alcaldes de CC y PP, un Gobierno canario del Pacto de las Flores y un Gobierno central presidido por Pedro Sánchez. Y esa pluralidad no fue óbice para que funcionase la coordinación. Quizás porque por una vez los gobernantes hicieron caso de lo primero que les dijeron los afectados: «Pónganse de acuerdo y ayuden en todo lo posible».
Funcionó además muy bien algo que no ha ocurrido en Valencia: hacer caso a los científicos y contar con su asesoramiento. Con la DANA, por contra, lo primero que se hizo fue asaetear a los técnicos de la Agencia Estatal de Meteorología, como si fuera cosa de ellos decidir si se urbaniza al lado de un cauce de un barranco susceptible de desbordarse en caso de lluvias extremas o de comunicar a los vecinos que no salgan a la calle y que no bajen a los garajes a por sus vehículos. En La Palma fue todavía más difícil porque entre los expertos en volcanes había una fractura casi histórica que, sin embargo, se apartó temporalmente.
Y en la Isla Bonita se hizo algo que en Valencia, por lo que ya sabemos, ni siquiera se contempló:la evacuación preventiva. Más meritorio era en el caso palmero porque no se tenía la certeza de por dónde iba a comenzar la erupción ni la intensidad de la misma ni las características concretas de la lava. En Valencia, por contra, se había estimado cuánto iba a llover, cuándo y dónde, con el añadido de que había un historial de riadas, de manera que no había que ser adivino para intuir cuáles podían ser las zonas más afectadas.
¿Se corregirá el rumbo y volverá el sentido común? Intuyo que no. El lodo sigue ahí y los partidos se divierten en el fango.
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