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Doy por hecho que cada vez que Koldo García se sienta con un periodista, al lado tiene a un abogado que le aconseja qué decir ... y qué callar. Claro que a veces uno también da por hecho que un ministro se rodea de asesores de elevada cualificación o gran talento para el menester de aconsejar sobre el recto proceder, y después llegan las sorpresas cuando descubrimos que no siempre es así.
Desde que su nombre apareció en la investigación judicial, Koldo García ha ido administrando a cuentagotas sus palabras y sus silencios. Se ha sentado esta semana con un periodista de 'El Mundo' y el resultado es una entrevista o algo similar que, evidentemente, forma parte de su estrategia de defensa... pero también de su ataque. El que fuera asesor del ministro José Luis Ábalos es sabedor de que ahora cualquiera de sus palabras va a ser medida al milímetro y por eso dice sin querer decir, tira la piedra y esconde la mano, alaba a este o a aquel pero dejando la sensación de cierta falsedad... e incluso lo hace con Pedro Sánchez, afirmando primero que es imposible derribarlo y acto seguido añadiendo un críptico «por ahora».
A todo investigado hay que concederle el derecho a la defensa. Eso incluye no decir la verdad, o al menos no decirla entera, como también incluye no contestar a las preguntas, incluidas las de su señoría el juez instructor y las diferentes partes personadas en el procedimiento. También forma parte de su derecho sentarse con este o aquel periodista, eligiendo el medio, el profesional y las reglas del juego.
Dicho lo anterior, si los aludidos por Koldo García creen que no ha contado las cosas como fueron, lo tienen muy fácil: se comparece en rueda de prensa, se aceptan preguntas de todos los medios convocados, se aportan datos, se cuenta quién llamó, a quién, por qué se eligió a esta empresa y no a aquella, por qué el precio de la operación fue el que fue, por qué hubo una segunda oportunidad cuando las cosas no salían de acuerdo a lo contratado... Todo eso debió hacerse en el minuto uno, sin necesidad de esperar a que llegasen las comisiones de investigación en el Congreso, el Senado y los parlamentos regionales. El silencio es una opción para el investigado, pero en democracia no lo es para un gestor público. Y no vale escudarse en que la credibilidad del investigado está en cuestión y no hay que hacerle caso, porque entonces nos estaríamos cargando la presunción de inocencia.
Si miente, nada como la verdad para demostrarlo. De eso va esto.
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