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Cuando Donald Trump empezó a subir en las encuestas para ser candidato a la Casa Blanca, en su primer intento, se popularizó un fragmento de ... la película 'La diligencia', dirigida por John Ford en 1939. En el pasaje, uno de los viajeros del coche tirado por caballos sentenciaba sobre lo que necesitaba Estados Unidos y el perfil que describía encajaba a la perfección en lo que fue la campaña presidencial de Trump.
Decía el viajero que EE UU necesitaba aferrarse a los siguientes valores:«América para los americanos, el Gobierno no debe intervenir en los negocios, reducir impuestos (...), lo que necesita el país es un hombre de negocios como presidente». Acto seguido, otro de los ocupantes de la diligencia intervenía, eso sí, bajo los efluvios del alcohol, para sentenciar:«Lo que necesita el país es más cogorza».
Casi un siglo después de ese diálogo, Trump fue ese hombre de negocios que aspiraba a la Casa Blanca y lo consiguió en el primero de sus éxitos en política. Popularizó para ello un lema que ha mantenido en esta también exitosa segunda campaña:'MAGA'. En gorras, camisetas, chapas y vallas publicitarias hemos visto esa apelación a 'Make America Great Again', que no es más que un remedo del lema que también empleó Ronald Reagan en su día. Estamos, por tanto, ante la adaptación de mensajes muy interiorizados en la ideología estadounidense y que cada cierto tiempo cogen brío si hay alguien que sabe canalizarlos (o manipularlos) y si enfrente hay alguien que no consigue desmontarlo a base de acciones y pedagogía.
Hacer grande a América de nuevo, según el ideario de Donald Trump, pasa por hacer pequeño al resto del mundo. Con un segundo mensaje:la América de Trump se ha hartado de actuar resolviendo problemas de otros. Eso va sobre todo para la OTAN y para Europa, que son dos de los grandes perdedores en las elecciones del pasado martes. Con Trump en la Casa Blanca, la Alianza Atlántica será otra cosa, mientras que la Unión Europea puede acelerar el declive en el que ya está inmersa.
Avalado por los votos y por un sistema democrático que, cuatro años después, los seguidores de Trump dan por válido pese a que en 2020 lo cuestionaban, ese resto del mundo del que formamos parte no tenemos otra que aceptar el resultado y digerir a Donald Trump. Y eso obligará a articular estrategias de unidad para hacer frente a esa diplomacia del egoísmo que se va a instalar en Washington durante cuatro años.
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