Del director

Una llamada pendiente

Luis Carlos, que se pasó la vida a su lado, me había asegurado que «el presidente está muy bien. Llámalo cuando quieras». Y estabas muy bien, hasta que todos dejamos de estarlo. Ese estar «muy bien» en tu caso era mantener esa mente de privilegio, una socarronería innata y ganas de conversar. La mente privilegiada que ayudó a construir Canarias, la socarronería que ayudaba a hacer más llevaderos los momentos amargos y las ganas de conversar que podían hacer eterna una sobremesa.

La leyenda política cuenta que todavía seguían yendo por tu casa de Vegueta los que querían ser algo en política y los que, ya siéndolo, aspiraban a mantenerse. Solo tú sabes si era para tanto, pero cuando el río suena, agua lleva... incluso en esta Canarias donde los ríos son una quimera. Cuando en 2019 se vio que las matemáticas hacían posible que el PSOE recuperase el poder en Canarias, muchos acreditaban que habías jugado un papel clave para convencer a Casimiro Curbelo y que tus llamadas y tus conversaciones con el líder gomero fueron tan o más importantes que algún telefonazo de Pedro Sánchez o de José Luis Ábalos. De lo que no hay duda es de que en la sesión de investidura de Ángel Víctor Torres se te vio emocionado porque se cerraba un ciclo cuyo inicio sufriste en primera persona y testigos fueron todos de que el propio Torres te buscó para el abrazo que simbolizaba ese salto en el tiempo de nada menos que 26 años. Sobre esto, un apunte que fue una lección que dejas para la posteridad: al reunir hace unos meses a quienes gobernaron bajo tu mando, tuviste claro que debía estar -y así lo hizo- Manuel Hermoso, el vicepresidente que te desalojó del poder con una moción de censura. Eso es caballerosidad democrática, lo mismo que ahora tanto escasea.

A falta de esa llamada, valgan estas palabras. Dijiste en una entrevista que querías ser recordado como un docente, más que como un político. Eso lo dice todo.

Descansa en paz.