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El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, ha puesto el grito en el cielo porque el Ministerio de Inclusión está evaluando la posibilidad ... de utilizar el aeropuerto de Ciudad Real como centro de acogida temporal de inmigrantes. Estaríamos hablando de una instalación que se usaría para aliviar el colapso asistencial que hay en otras autonomías, repartiendo así las cargas.
García-Page es, ya lo sabemos y se ve que el hombre se divierte con ello, uno de los mayores incordios socialistas contra Pedro Sánchez. Eso sí, cuando Sánchez se tomó cinco días de reflexión e insinuó que lo mismo tiraba la toalla y dejaba huérfano a su partido, allí que fue García-Page a sacar pecho por su líder ante los compañeros y ante los militantes y simpatizantes que se reunieron en el exterior de la sede de la calle Ferraz, en Madrid. Porque una cosa es criticar y otra pensar que lo mismo deja de estar en Moncloa aquel que garantiza a esa autonomía un buen trato presupuestario y que le abre las puertas de los ministerios cuando hay un problema.
El argumento de García-Page es que ese aeropuerto reconvertido en centro de acogida temporal se puede convertir en un «gueto». Y no le falta razón, pero cabe preguntarse -o preguntarle- por qué no ofrece una decena de instalaciones repartidas por la vasta geografía castellano-manchega para acoger a los migrantes. O, ya puestos, por qué no cede un centenar de pisos. Yla pregunta vale para él y para el resto de presidentes autonómicos, que se han puesto de perfil cual personajes del arte del Antiguo Egipto.
Esa conducta insolidaria supone, en la práctica, perpetuar que Canarias se consolide como el auténtico gueto migratorio. Lo que no les preocupa es que lleguen aquí y se queden en el archipiélago, porque esto está para ellos lejos y ojos que no ven, corazón que no siente. Si aquí hubo que llegar a utilizar hoteles y complejos de apartamentos vacíos en pandemia para garantizar un techo y comida a los migrantes, por qué no se puede hacer lo mismo con un aeropuerto que lleva una década inoperativo y que, en el mejor de los casos, se está utilizando para rodar películas. Todo ello con una inversión de 450 millones de euros, para luego ser vendido en 2016 por 52 millones a una gestora de infraestructuras que no ha conseguido endosárselo a nadie.
Está claro, por tanto, que García-Page prefiere ser dueño de un aeropuerto fantasma antes que demostrar con hechos la solidaridad. A la gente se la conoce más por lo que hace que por lo que dice...
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