Zelenski y la Unión Europea lo tienen crudo. De un día para otro, en concreto desde el 20 de enero para acá, la geopolítica mundial ... ha dado un giro de 180 grados y el primer escenario del cambio es Ucrania.
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La llegada a la Casa Blanca de un hombre de negocios rodeado por una corte de otros cortados por el mismo patrón pero todavía más ansiosos es el motor de ese giro que parecía imposible. En el otro extremo, en Moscú, quien tiene el mango, la sartén y toda la vajilla es un presidente que no viene de los negocios, sino del mundo de la inteligencia más opaca pero que también se ha rodeado de magnates crecidos a su sombra. Con ese ADN común, que se pongan de acuerdo ha sido cuestión de abrir y cerrar los ojos.
Las guerras potencian los beneficios de una industria que se alimenta en gran medida del presupuesto público. Fue así en las dos guerras mundiales y es así en todos los conflictos, mayores o menores, de la reciente historia. Pero llega un momento en que las contiendas, si se cronifican, empiezan a ser perjudiciales para las cuentas de los países que las sostienen. Es lo que ha pasado en Ucrania después de tres años de batallas sin un vencedor y por eso Trump ha dicho que urge la paz. Por supuesto, la paz que le interesa a los suyos, como también Putin reclama el acuerdo que le permita presentarse con la victoria de haberse zampado parte del territorio de Ucrania y la garantía de que ese vecino no entrará en la OTAN.
Y si hay acuerdo, vendrá la reconstrucción de Ucrania, donde se abre un escenario de negocio importante. Ya pasó con el Plan Marshall, donde Estados Unidos puso el dinero y donde las empresas de aquel país se hicieron de oro instalándose en Europa y ampliando sus negocios. Es la hoja de ruta escrita en Washington y compartida plenamente por Moscú, que también busca el fin de las restricciones económicas y que sus magnates puedan sacar tajada en Europa como la hacían hasta que llegó la orden de invasión.
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Europa, por su parte, es un convidado de piedra. De repente a la Unión Europea le entran prisas por crear una política de defensa común, con el añadido de que pondrá sobre la mesa la friolera de 800.000 millones de euros para echar una mano a los miembros del club comunitario. Pero tener más presupuesto militar no garantiza que haya una sola política de defensa. Con el añadido de que una parte de la población tampoco va a entender que la prioridad ahora sea esa. Por no hablar del riesgo de incendio cuando todos ponen gasolina en la mesa.
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