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Tras presidir la celebración del Consejo de Ministros, Pedro Sánchez hizo las maletas y se fue de viaje por África. Busca con ello, según ha ... contado el Gobierno, contener el fenómeno migratorio irregular, una misión que quiere conseguir -o eso se supone- con la promesa de regar con unos cientos de millones de euros a los países emisores.
La experiencia de episodios anteriores revela que esa estrategia da unos resultados más bien pobres. Para empezar, porque la dinámica de algunos países africanos dista mucho -por desgracia- de la eficacia administrativa, de manera que el dinero llega pero se acaba perdiendo por vericuetos más o menos legales y no aterriza donde debiera, que es en ese control efectivo de fronteras. Pero más aún:porque lo precisan esos estados es garantizar un sistema productivo y un modelo social que no anime a sus paisanos a arriesgar la vida subiendo a una patera, a un cayuco o tratando de saltar la valla en Ceuta y Melilla. Añadamos a esto que Mauritania y Senegal, dos de los países de salida de cayucos, reciben a su vez una migración que llega del entorno más próximo, en especial de ese territorio sin ley en que se ha convertido el Sahel, de manera que ellos también tienen una presión migratoria importante y no les importa demasiado que parte de esos hombres y mujeres acaben embarcando.
Con todo eso en la coctelera, ¿de verdad puede Pedro Sánchez conseguir en solitario el éxito migratorio inmediato que se deseamos? Pues no. Es más, hay un error de partida:su viaje debería ser compartido con la presidenta de la Comisión Europea, los comisarios competentes en materia de Exteriores y Migraciones y también el Parlamento Europeo. Sucede, sin embargo, que a día de hoy la presidenta de la Comisión, Von der Leyen, ni siquiera cuenta con el Colegio de Comisarios, de manera que Sánchez va un poco a montar la casa desde el tejado. O sea, que tardará bien poco en caer.
Desde José Luis Rodríguez Zapatero para acá, España apenas ha tenido una política africana seria. Y lo mismo cabe decir de Europa. Quienes sí la tienen son Rusia y China, pero por motivos bien diferentes: garantizarse el suministro de materias primas, controlar los países a cambio de realizar grandes obras en materia de infraestructuras y todo ello sin importarles si lo uno, lo otro o ambas a la vez influyen en la mejora de las condiciones de vida de los africanos. De hecho, casi prefieren que no haya ese beneficio social:así el negocio para esas potencias es mucho mayor.
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