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Se cumplen estos días tres años de una vergonzosa retirada. Me refiero al momento en que el siglo XXI salió corriendo de Afganistán y permitió ... que los talibanes recuperasen el control del país, que ha regresado al siglo XV.
El retroceso en libertades y derechos ha sido continuo. Lo último -por ahora- es la orden que hace que ya no se pueda escuchar una voz femenina en público. Así, en el marco de la legislación «para la propagación de la virtud y la prevención del vicio», además de ratificar la obligación del uso del velo para el cubrir el resto de ellas, se condena el sonido en público de la voz de mujer. ¿Por qué? Porque se considera como «una falta contra la modestia». En la práctica, se prohíbe el sonido en público o de la voz en alto de mujeres, lo que incluye cánticos, lecturas de poemas o sencillamente hablar ante un micrófono. Ya puestos, también se prohíbe a los conductores llevar a mujeres adultas que vayan sin su tutor masculino.
¿Y ellos? Supongo que para que alguien no dijese que eran machistas, el régimen talibán ha condenado el uso de corbata, al igual que se prohíbe afeitarse o recortar la barba por debajo de la longitud de un puño. Peinarse también es una violación de la ley islámica. Evidentemente, cualquier comparación entre lo que se impone a ellos y lo que no pueden hacer ellas evidencia el concepto que se tiene de la mujer en lo que, insisto, es propio de la Edad Media.
En los Juegos Olímpicos de París una atleta afgana fue sancionada por llevar una camiseta en la que se pedía libertad para las mujeres de su país. Flaco favor se hizo el olimpismo con esa medida, como flaco favor a las libertades, los derechos humanos y la decencia se hizo Occidente con aquella huida de Afganistán.
Condenar a los habitantes de un país a una vida propia de un cárcel sin haber cometido delito alguno no es propio del mundo civilizado. Menos aún que las democracias occidentales lo permitan. La Europa que presume de ser la madre de la separación de poderes y el padre del Estado de derecho, así como Estados Unidos, que sabe perfectamente el valor de una ciudadanía que reivindica la libertad frente al tirano, cometieron un error mayúsculo en 2021 y el precio de aquello lo pagan hoy las mujeres y, en menor medida pero también, los hombres afganos. Y con ellos varias generaciones que les seguirán. Pero es un error que acabará traspasando las fronteras del país asiático, pues la barbarie no conoce límites. Ya sucedió -que se lo pregunten a los que estaban en las Torres Gemelas- y volverá a pasar.
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