El último pacto europeo de migraciones, que es de este mismo año, ya contempló el pago a países terceros para acoger a migrantes que llegaban ... a suelo comunitario. Salió adelante con el apoyo mayoritario de los países y de los grupos presentes en el Parlamento Europeo y ya entonces las organizaciones no gubernamentales que atienden a quienes traspasan fronteras de forma irregular advirtieron de sus peligros.
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Digo esto porque veo cierto ejercicio de hipocresía entre quienes ahora se rasgan las vestiduras por la carta de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en la que abiertamente plantea la conveniencia de imitar fórmulas como de Italia, donde Meloni, fiel al ideario de ultraderecha que le permitió salir victoriosa en las elecciones, ha aplicado eso de que el mejor migrante es el que está fuera de las fronteras del país. ¿Y eso cómo se hace? Pues mientras se consigue devolverlo a su país de origen, se le envía a un país tercero, que no es comunitario, se paga a tanto la pieza y se le encierra en una especie de penal.
En el Reino Unido ya lo plantearon los conservadores. Ellos eligieron Ruanda, en una demostración de que ciertos tics colonialistas perviven, y el plan no salió adelante por los reparos judiciales en torno a la legalidad del mismo y porque las urnas impusieron un cambio de ciclo político. A fin de cuentas, no deja de ser la copia de lo que se hizo en otros tiempos: los propios ingleses enviaban a sus presos a Australia y los abandonaban a su suerte. O más recientemente tenemos cómo en la España de comienzos del siglo XX Fuerteventura o El Hierro eran islas de destierro.
Sucede, sin embargo, que estamos en el siglo XXI y que Italia es un país comunitario. Pero Von der Leyen quiere acelerar lo que se recogía en el pacto migratorio, de manera que lo que parecía una excepción -la fórmula italiana de enviar a los migrantes a Albania- se extienda por la UE y, sobre todo, se agilice su puesta en marcha. ¿Es preciso decir que lo que menos importa a Meloni, como también parece que sucede en el caso de la presidenta de la Comisión, es si en los países de esos gigantescos penales se garantizan los derechos humanos? Pues se ve que sí, que es preciso recordarlo, pero sobre todo hay que refrescarle la memoria al propio Gobierno de España y al PSOE, que dieron su visto buena a esa fórmula y ahora ponen el grito en el cielo en un ejercicio de hipocresía.
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¿O es que el ministro del Interior no fue consciente de lo que se aprobó con su beneplácito? Albania, en suma, no queda tan lejos.
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