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Como parte del giro radical que está dando Donald Trump a la política en Estados Unidos -y, por extensión, en el resto del planeta-, ha ... dado la orden de desideologizar los museos públicos. Se trata de otra medida orientada a poner fin a lo que se ha dado en llamar el 'wokismo', un saco sin fondo donde se ha metido la lucha por la igualdad entre géneros, la defensa del colectivo LGTBIQ+, la convicción de que el ser humano es responsable de acelerar el cambio climático, la apuesta por las energías limpias... y un amplio catálogo de propuestas, incluyendo también la defensa a ultranza de la libertad de expresión y de lo público como espacio de convivencia y de garantía de unos mínimos derechos y servicios.
A partir de ese mandato presidencial, se han venido arriba colectivos que hasta la fecha imponían en parcelas reducidas la censura en colegios y universidades o sencillamente trataban de rehacer la historia. A fin de cuentas, si el presidente llega y dice que Groenlandia es suya, que Panamá también puede serlo y que Putin pasa de ser un enemigo a un aliado, por qué no va un grupo de ciudadanos a reclamar que deje de enseñarse que la igualdad entre hombres y mujeres es necesaria y que, cuando no existe, el poder público debe batallar para hacerla posible. Ese es el principio ideológico que subyace en el discurso de Trump, una tesis que va acompañada de la defensa hasta la última gota de sangre de la individualidad.
Ambos preceptos son, por definición, ideologías en sí mismas. De manera que estamos ante una contradicción:lo que ordena Trump no es liberar a los museos de las cadenas de las ideas, sino sustituir unas -las que tienen como anclaje la igualdad y el reconocimiento de unos derechos colectivos- por otras, que son las que priman al individuo y las que contribuyeron a su éxito electoral en los comicios de noviembre del pasado año.
Es, más o menos, lo que ha pasado con el dueño del periódico 'The Washington Post', que ordenó a esa cabecera un giro editorial para abrazar las libertades individuales, pero entendiendo que eso pasaba por censurar las opiniones que defendiesen lo público. Un giro, por cierto, provocado por la victoria electoral de Trump, pues hasta 2024 el periódico era permeable a las opiniones de unos y otros.
De todos modos, sospecho que una parte importante del electorado de Trump no dedica demasiado tiempo a los museos estatales. Eso sí, lo lamento por los que íbamos a aquel país a visitarlos. Espero, en todo caso, que ese virus no se contagie a Europa... pero creo equivocarme.
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