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El cine español pierde a otro de sus grandes: ha fallecido este miércoles Jaime de Armiñán, director, escritor, guionista y responsable de algunas películas clave ... en la Transición y también de series televisivas de tanto éxito como 'Juncal'.
Fue básicamente un gran director de actores, de esos que consigue que den lo mejor de sí mismos con interpretaciones que quedan también para la historia. Y que en su día se salieron de los cánones imperantes de esos mismos intérpretes. En ese sentido, sobresale cómo exprimió a José Luis López Vázquez en ese drama revolucionario en su día que fue 'Mi querida señorita'.
Espero que Televisión Española tenga a bien reponer el citado filme. Ahora que la industria se rinde ante los Javis, que amenazan con un 'remate' innecesario, no está de más poner en valor lo que supuso que con Franco vivo saliera adelante una película como aquella, con esa memorable frase final que reinventaba toda la historia: «¡Qué me va a contar usted, señorita!».
Personalmente me quedo con 'El amor del capitán Brando', antesala de aquel cine de la llamada Tercera Vía que abría horizontes en una España que iba dejando atrás 40 años de color gris. Fernando Fernán Gómez como un republicano que volvía del exilio, Ana Belén como una profesora rupturista y un niño fantasioso que estaba enamorado un punto más allá de lo platónico conformaron un singular triángulo con diálogos memorables.
En lo estético, Jaime de Armiñán no fue un realizador de vanguardia. Más bien lo contrario. Fue el suyo un cine de factura clásica, con muchos títulos concebidos solo para llegar a final de mes, pero es que así es como se conforma industria. Sin ella, los rupturistas habrían tenido que irse al extranjero para filmar.
Como otros grandes cineastas, Jaime de Armiñán fue un director de clan, de esos que solía repetir con actores, ya fuera en papeles protagonistas o secundarios. Y entre ellos sobresalió Paco Rabal, al que regaló el personaje central de 'Juncal'.
Se va, por tanto, parte de la historia de la industria del cine en este país. Con Borau, Saura, Martín Patino, Berlanga, Bardem, Garci y García Sánchez, entre otros, ayudó a plasmar en el celuloide la crónica de un país que cambiaba, unas veces poco a poco y otras a ritmo frenético. Después vinieron otros que sí experimentaban más en lo estético y transgredían en los guiones, pero sin su magisterio no se entiende el cine de los 80 y 90.
Me sentaré, por tanto, ante la pantalla cual alma impenitente a ver si TVE hace los deberes en el merecido homenaje y tiene presente que su deber, como medio público, va mucho más allá de las mezquindades en que se han embarcado los consejeros del ente.
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