Desde la ceremonia de entrega de los premios Goya, María Luisa Gutiérrez, coproductora de la película 'La infiltrada', que compartió con 'El 47' el título ... de mejor filme del año, ha protagonizado declaraciones y entrevistas en los medios de comunicación para extenderse en los mensajes que lanzó en su intervención en la gala.

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Allí, ante un público que deseaba levantarse y marcharse a casa después de más de tres horas de espectáculo (o eso dicen que fue), María Luisa Gutiérrez hizo una encendida defensa del llamado cine comercial, ese que no aparece en las candiaturas al Goya y que, sin embargo, es clave para que la industria se mantenga a flote. Ella, que coproduce casi todos los éxitos de Santiago Segura, está más que legitimada para dicha proclama y nada que objetar. La industria no se entiende sin esa parte del negocio, como también es clave que siga recibiendo ayudas, porque la cultura las necesita.

Y sabedora de que en aquel instante la audiencia era masiva, María Luisa Gutiérrez se metió en otro jardín:defendió la necesidad de una película como 'La infiltrada' para poner en valor a quienes batallaron contra ETA y a las víctimas y, sin embargo, han sido silenciadas. Los aplausos de un sector político y mediático no se hicieron esperar, mientras que en el otro espectro muchos se preguntaron si era necesario.

Vayamos por partes, porque el asunto es peliagudo y sobran las aristas. ¿Hubo un manto de silencio sobre las víctimas? En Euskadi es evidente que sí, como también lo es que hay un día para recordar a quienes sufrieron el impacto del terrorismo e incluso un museo para mantener viva la memoria. Pero es que en 'La infiltrada' también se pasa por alto algunos episodios sobre los que igualmente se ha depositado una losa de hormigón en forma de olvido, intentando confundir la desmemoria con el perdón. Por aquello de no hacer 'spoiler', atentos a la escena en la taberna cuando aparece una chica temblorosa...

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Películas como 'La infiltrada', que cinematográficamente es muy correcta y entretenida pero sin un gramo de riesgo, son necesarias. Como otras de muy diferente signo. No hay que tener miedo al ejercicio del recuerdo y ese trabajo debe tener mirada amplia, a todos lados, a ambos extremos, de arriba a abajo, de dentro hacia fuera... Ya que en la tribuna de los parlamentos parece imposible, bienvenida sea la cultura cuando afronta ese trabajo tan pedagógico como sanador.

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