El 2023 fue un año convulso en Canarias en relación con los Grandes Incendios Forestales (GIF). Comenzaron en la isla de La Palma, quemando unas ... 2.900 hectáreas, que afectaron también al Parque Nacional de La Caldera de Taburiente. Seguidamente se produjo otro incendio en las cumbres de Gran Canaria, concretamente en el municipio de Tejeda, quemando 431 hectáreas.
Pero el incendio que se produjo en la Isla de Tenerife es, sin lugar a duda, el de mayor afección, abarcando unas 13.000 hectáreas de superficie quemada. Este incendio, difícil de controlar debido a las elevadas temperaturas y los bajos niveles de humedad, provocó evacuaciones, cortes de agua y luz e importantes daños en los ecosistemas de la isla, llegando a afectar a lugares protegidos, como el Parque Natural de la Corona Forestal y el Parque Nacional del Teide, este último con 6.008 hectáreas quemadas en su entorno.
Los incendios forestales no solo destruyen grandes superficies de bosques, también generan un gasto importante de recursos vinculados a su prevención y extinción. Actualmente, en Canarias, gran parte de las partidas se destinan a los medios de lucha contra los incendios forestales. Sin embargo, se ha comprobado que existe la necesidad de aumentar las estrategias de prevención, ya que estas son, a la larga, las más eficaces para evitar la rápida propagación del fuego, propiciando que el incendio pueda ser fácilmente controlado.
Según un informe de Naciones Unidas elaborado en 2022, la tendencia a nivel mundial es que el número de incendios extremos aumentará un 14% hasta el año 2030 y, si no hay un cambio, en 2050 este incremento será del 30%. En este mismo informe se propone que se invierta la mayor proporción de los presupuestos en prevenir y planificar, haciendo hincapié en la necesidad de realizar selvicultura preventiva.
El abandono generalizado que sufren las zonas rurales en Canarias implica que, en las cercanías del monte, o incluso en su interior, haya numerosas parcelas de cultivo abandonadas y colonizadas por herbáceas y matorrales, un tipo de vegetación muy combustible que favorece la propagación de los incendios.
Por otro lado, el abandono de los aprovechamientos del bosque repercute también en un aumento considerable de la biomasa y, por lo tanto, del combustible susceptible de quemarse. Por esta razón se hace necesario, tal y como apuntan las estrategias internacionales y europeas, realizar una gestión sostenible del monte, llevando a cabo diferentes tratamientos de prevención, algunos de los cuales ya se realizan en Canarias, como el fuego técnico, pero, sobre todo, labores de selvicultura preventiva.
Estos trabajos serán los que incidan sobre la estructura de la vegetación, favoreciendo unas masas forestales bien desarrolladas que impidan el crecimiento de matorrales, propiciando el crecimiento de las especies más resistentes al fuego o menos inflamables en zonas estratégicas. Esto dificultará la propagación de incendios forestales de alta intensidad, facilitando su extinción.
Así, aprovechando la adaptación a los incendios de las especies canarias, se consiguen mantener fuegos de superficie que no afecten gravemente a las copas de los árboles, logrando cobertura vegetal que proteja la superficie de las lluvias torrenciales invernales.
En este sentido, el Plan Forestal de Canarias apuesta claramente por planificar e implementar acciones de prevención, promoviendo trabajos de selvicultura preventiva. Pero también fomentando soluciones efectivas para minimizar el riesgo de incendios forestales en las zonas limítrofes a nuestros bosques, incentivando al mismo tiempo el desarrollo rural y el apego de la población al monte.
El Plan, además de potenciar estos aspectos, también pone en valor profesionalizar y proveer de medios para la extinción, a través de la cooperación interinsular con equipos de refuerzo móviles e intervención rápida.
Por último, una vez se ha producido la fatalidad del incendio forestal, toca trabajar para recuperar nuestros ecosistemas en el menor tiempo posible. Por ello, se abordan también las labores para la restauración de los ecosistemas dañados por el paso del fuego, fomentando actuaciones que eviten la pérdida de suelo, además de propiciar el proceso de regeneración del ecosistema dañado.
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