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Conferencia para casi nada. Se cumplieron los pronósticos y eso que no había que ser adivino para ello: la Conferencia de Presidentes ha sido ... un fracaso. A efectos prácticos, solo ha servido para poner en valor ese marco incomparable -como se decía antaño- que es el santanderino palacio de La Magdalena. Ni el Gobierno de Pedro Sánchez fue a la cita con especial interés de que resultase fructífera ni la mayoría de autonomías, esto es, las gobernadas por el PP, iban a dejar que el jefe del Ejecutivo central saliese airoso del encuentro. De manera que cada uno regrese a sus cuarteles y la casa sin barrer. En ese capítulo hay que destacar la falta de solidaridad del resto de comunidades con Canarias en el asunto migratorio. Los números son evidentes y hablan por sí solos de quiénes echan una mano y quiénes miran para otro lado. Ojalá llegue un día en que se encuentren con 30 menores migrantes no acompañados nuevos al día. A ver qué dicen entonces.
El exministro versus el comisionista. José Luis Ábalos salió esta semana de su cita en el Tribunal Supremo tratando de dar sensación de normalidad e incluso de satisfacción por lo bien que le había ido. Negó todas las acusaciones de Víctor de Aldama, defendió su inocencia y centró las posibles responsabilidades en Koldo García pero sin tampoco atribuirle ilícitos concretos. El problema para Ábalos es que se arriesga a que las investigaciones de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil y la documentación que teóricamente guarda el empresario investigado pueden desmontar su versión. Solo es cuestión de tiempo saber quién miente en este caso. O si lo han hecho los dos de forma parcial, que también es posible.
Macron gira ahora al centro. El presidente francés sigue en su particular huida hacia no se sabe bien dónde. Tras el revés que supuso la censura y caída de Barnier, ahora apuesta por el moderado Bayrou como primer ministro. Elige así, de entrada, a un político de perfil secundario que difícilmente aspirará a hacer sombra al presidente, uno de esos políticos que siempre ha estado ahí y que quizás por ello consiga no molestar demasiado ni a la izquierda ni a la ultraderecha de Marine le Pen. El riesgo es mucho porque desde esos dos extremos van a por la pieza mayor, que no es otro que el propio Macron. La debilidad presidencial es máxima y al final se está confirmando eso de que los líderes sin un partido detrás -como fue el caso de Macron- son flores de vida breve.
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