Lito Guillén, un legado de compromiso con el taxi

Desde sus inicios, Lito luchó incansablemente por mejorar las condiciones del sector y garantizar un servicio digno. Siempre tuvo claro que el taxi debía ser accesible y eficiente, sin distinciones entre turistas y residentes. Para él, el verdadero beneficiario del sistema debía ser el ciudadano que diariamente dependía del taxi para sus desplazamientos.

Lito Guillén fue un gran gestor.

Uno de los aspectos más notables de su trayectoria fue su empeño en lograr una insularización del servicio. No comprendía cómo un taxi podía quedar vacío tras un viaje si había pasajeros esperando en otra zona. Con el sistema de control de flotas, que él promovió, veía una solución clara para optimizar el servicio en toda la isla. Sin embargo, su lucha por una gestión más eficiente tropezó con algunos obstáculos, lamentablemente.

Lito también fue un gran gestor. Rescató la Cooperativa del Taxi San Marcial de una situación cercana a la ruina y la convirtió en una entidad sólida con casi 30 empleados, una estación de servicio en pleno funcionamiento, un taller mecánico, un área de restauración y una infraestructura de apoyo para los taxistas. Bajo su liderazgo, la cooperativa comenzó a ofrecer mantenimiento y equipamiento tecnológico para los taxis, además de asesoramiento legal y administrativo.

Su vocación por la modernización del sector era evidente. Participó activamente en debates y medios de comunicación, alzando la voz cuando las instituciones no escuchaban las necesidades del taxi. Su valentía para decir lo que pensaba y defender sus ideales le otorgó un gran respeto entre sus colegas y en la sociedad lanzaroteña.

Fue mucho más que un profesional del taxi.

Más allá de su vida profesional, Lito fue todo un señor con mayúsculas, riguroso en sus planteamientos, respetuoso en su exposición y contundente en su reivindicación. Un señor que te miraba a los ojos y que siempre se condujo de frente acompañado de la virtud de una exquisita educación.

Lito era una persona cercana y apasionada por sus raíces y sus aficiones, en las que encontraba un refugio. Pero su verdadera pasión siempre fue el taxi y la mejora de su servicio. A pesar de sus esfuerzos, no siempre recibió el reconocimiento que merecía por parte de las instituciones públicas. Sin embargo, su legado sigue vivo en cada taxista y en cada usuario que disfruta de un servicio que él ayudó a dignificar.

Lito fue mucho más que un profesional del taxi; fue un servidor de lo público en el mejor sentido de la palabra. Su visión y dedicación dejaron una huella imborrable en el sector, y su memoria merece ser honrada no sólo con palabras, sino con el compromiso de seguir construyendo el sistema de transporte que él soñó. Estoy seguro de que más pronto que tarde será una realidad.