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El puente entre dos legislaturas

El puente entre dos legislaturas

Domingo, 3 de marzo 2019, 12:57

A Pedro Sánchez le podría salir bien la estrategia preelectoral que ha diseñado desde el Gobierno. Gobierna con las Cortes Generales disueltas como si fuese a volver a gobernar. Hace de puente entre dos legislaturas como si nada ocurriese, como si todo fuese a ser igual después de las elecciones. Aprueba en los consejos de ministros las medidas sociales que prometió, que no pudo cumplir y que sabe también que no podrá convalidar en el Congreso que acaba de disolver. Por lo pronto las encuestas, todas, cocinadas o no, le dan la razón. Volverá a ganar.

La estrategia exaspera a la oposición que lo acusa, no sin razón, de convertir el Consejo de Ministros en un comité electoral y de utilizar las instituciones en beneficio propio. La cuestión no deja de rozar los límites de lo legal y democráticamente correcto. No parece del todo sensato institucionalmente aprobar medidas de mucho calado como las que fueron el viernes al Consejo de Ministros a través de una figura, la del real decreto, diseñada por el legislador para casos realmente urgentes, y pretender que sean convalidados por un órgano, la Diputación Permanente, que también está pensado para los trámites imprescindibles y necesarios una vez disueltas las cámaras.

Si esto prospera sería la primera vez que un órgano interino apruebe en el Parlamento leyes de mucha influencia para los españoles. No parece una banalidad legislativa ni de escaso calado el decreto contra la desigualdad que incluye el aumento del tiempo de paternidad o un registro de salarios por sexos, con importantes cargas económicas para el erario público y para las empresas. Además de expresar, en una ley, sesgos de aspectos ideológicos que están en el debate público y sobre los que una parte de los españoles se expresan. Parece razonable pensar que para legislar es necesario que los españoles se pronuncien sobre quién quiere que gobierne y que se conformen en el Congreso las mayorías necesarias para desarrollar una ley de hondo calado social, económico e ideológico.

Más grave parece el decreto sobre vivienda. En ocho meses el Gobierno de Sánchez ha sometido en tres ocasiones a los afectados por los alquileres, arrendadores y arrendatarios, a la incertidumbre sobre el futuro del sector. Una de las propuestas de ley, muy similar a la aprobada el viernes, fue ya debatida en el Congreso y tumbado por el voto en contra de sus propios aliados. Una derrota que el Gobierno quiso superar con otro decreto de urgencia que espera el mismo destino en la Diputación Permanente.

Aún así, cuestionados los límites de hasta dónde se puede llegar en democracia, la osada estrategia del PSOE tiene sus debilidades ¿Qué falla en la estrategia electoral? La cuestión catalana, en la que Pedro Sánchez entra sólo para recordar lo importante que es el diálogo, pero sin mojarse con el trato que piensa dar a la cuestión. La debilidad tiene mucho que ver con la necesidad de apoyos del independentismo de repetirse el mismo patrón con el que se sostuvo durante ocho meses en La Moncloa.

Sigo pensando que la clave de bóveda de estas elecciones es la cuestión catalana. Sánchez rompió con el independentismo en el último momento y convocó elecciones. Lo hizo, no por no poder sacar los presupuestos, sino porque el independentismo le pedía el reconocimiento de la autodeterminación para darle su voto. Lo hizo después de dejar en la opinión pública un reguero de medidas que dan la pista sobre lo que realmente quiere Sánchez y hasta dónde está dispuesto a llegar con Cataluña.

No deja de ser legítimo emprender el diálogo, pero aquí también se bordea los cauces democráticos. Parece razonable celebrar elecciones y ganarlas para ratificar que lo que ha hecho es lo que quieren los españoles. Y estaría mucho mejor que sea el Parlamento el órgano que emprenda el diálogo, un cambio en la Constitución con todas sus consecuencias. La puerta de atrás es mala para todo, especialmente para la democracia, cuyos principios quedan burlados y expuestos.

Lo preocupante de esta campaña electoral es que está fuera de todo control. Tanto el PSOE con la fuerza institucional del Gobierno, como la oposición, están rompiendo todas las normas y los límites que hasta ahora nos habíamos dado para la mesura. Están creando situaciones límite, muchas de ellas ficticias, a base de imágenes potentes que nada tienen que ver con la realidad, asfixiantes para las instituciones y confusas para los ciudadanos. El terreno está abonado para ello. Vivimos en una sociedad en la que la sensibilidad, la imagen, los mensajes cortos y las mentiras triunfan frente al debate sereno, reflexivo y desde la razón.

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