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Este que acaba es el primer año de la renovación. Un movimiento irracional que surgió al calor de la crisis y como solución a los problemas, devorando, injustificadamente, la experiencia y justificando la salida de algunos políticos de gran valor en Canarias. Hoy, la política canaria es el resultado de la renovación, y si evaluamos las promesas que, en su momento, nos hicieron los nuevos rostros que hoy gobiernan, el resultado no puede ser más desesperanzado. La política canaria se ha envilecido en manos de quien prometió hacer las cosas de otra manera, cambiar el sistema y renovar la vida democrática en estas islas. La triste realidad para los canarios es que los partidos en los que confiaron para salir de la crisis montaron sus estrategias políticas en una mentira, la renovación, caras nuevas para encubrir viejas estructuras, poderes históricos que nos han arrastrado, casi de forma silenciosa, a la Canarias de los caciques y ahora a la de sus herederos.
Unas pregunta directas a alguien que lideró la renovación en Coalición Canaria, a Fernando Clavijo, ¿En manos de quien está? ¿Quién dirige su Gobierno? ¿Cuántas promesas le quedan por pagar? ¿Cuántos chantajes sufre en un solo día de los que le apoyan? Y no es que el presidente del Gobierno sea inocente. Se prestó al juego y al engaño. El pasaba por allí cuando Ana Oramas fue rechazada por CC para sustituir a Paulino Rivero y echaron mano de un hombre joven, con muy poca experiencia, manejable para las elites de ATI y con cierta garra personal para ser encargado de la finca, medianero de los intereses de otros, los verdaderos protagonistas, los que realmente mandan en CC. A cambio de su entrega a los poderes que hoy lo sostienen pusieron en sus manos la lista de favores, que, escrupulosamente, Clavijo ha ido cumpliendo, no sin pesar, porque sabe que sus reyezuelos son insaciables. Tiene, además, el miedo metido en el cuerpo porque si no cumple lo machacaran como a una cucaracha. Son de tal intensidad los compromisos, que la consigna en el Gobierno es «cumplir con todas las promesas a costa de lo que sea».
Y «lo que sea» en Canarias es la ruptura del proyecto de región, el desequilibrio, la falta de equidad entre ciudadanos, el retorcimiento de los procedimientos, el bordear la legalidad permanentemente, el enchufismo sistemático, la mentira como arma, la democracia parlamentaria como rehén de un auténtico régimen.
Son esos poderes insularistas y sus conglomerados de intereses cruzados con otros partidos que viven en las mismas claves, la rapiña de lo público, los que han conseguido lo inimaginable en una democracia sana, que la tercera fuerza política en votos, con sólo 18 diputados, gobierne toda una región y eche por tierra cualquier avance democrático. Para los que no lo entienden, en Canarias siguen mandando los mismos que hace 25 años tomaron el poder, han hecho del mismo su patrimonio indiscutible, han agudizado sus artes políticas y envilecido la democracia. Son ellos, y son sus herederos, travestidos de renovadores, pero sin valor ni coraje para creer en nada, ni en la ideología, ni en el nacionalismo, ni en un proyecto común para Canarias.
A Ángel Víctor Torres hay que hacerle la misma pregunta. ¿En manos de quien está? ¿Quien dirige sus actuación política? ¿Qué deshonrosos pactos ha hecho con poderes fácticos y políticos de esta región? Torres también se presentó a su militancia como la renovación, la marca de Pedro Sánchez en Canarias, el hombre que desafió el sistema, los viejos poderes del socialismo y triunfó ante toda España resurgiendo de sus cenizas, la esperanza blanca. Por ideología, empuje, coraje y personalidad ¿es Torres la marca Sánchez? Evidentemente no. Es otro de los fraudes que hemos vivido en el año que cerramos. Un político sin carisma, con escasa ambición política, con ideología construida en formularios del partido, gestor al que no se le conocen iniciativas rompedoras, siempre en pactos de todo tipo, escaso en la dialéctica y algo oscuro, quizás por timidez o miedo al vacío intelectual... se convierte de la noche a la mañana en el hombre del Partido Socialista Canario en unas primarias que no deben enorgullecer su currículum. Torres pactó con lo más rancio de su partido, con el poder más instalado, con los viejos caciques de intereses inconfesables, con vividores profesionales de la política, con los que tienen la marca PSOE como escondite de sus turbios asuntos, con los que han construido su chiringuito para ser siempre segundones, para no ganar nunca, para compartir beneficios con Coalición Canaria. Torres es el hombre de un pacto de la vieja guardia, la cara que pusieron los que realmente mandan en el PSOE, los que quieren que todo cambie para que todo siga igual, los que han aprendido a sobrevivir en política amarrando a militantes que llevan y traen como mercancías, no como auténticos protagonistas de la vida del partido.
Este es Ángel Víctor Torres, un político secuestrado por oscuros poderes que ni él mismo controla y que le han marcado el camino. Y tampoco es víctima. Se ha prestado encantado a ser lo que es, un hombre secuestrado por los viejos poderes del partido y por lobbies empresariales ante los que tiembla de miedo. No nos engañemos y ojalá me equivoque. En Canarias no cambiará nada con Ángel Víctor Torres. Todo lo contrario, ha optado por formar parte del régimen y reforzará los viejos sistemas de poder. Y si algo cambia será para encubrir que nada cambie, para mejorar el sistema, el régimen filodemocrático que ha construido Coalición Canaria.
Muchos canarios que creemos en Canarias nunca esperamos nada de Coalición Canaria. Ante la lenta agonía del partido en las urnas sólo cabía una vuelta a los cuarteles de invierno de la organización, al insularismo más descarnado y al envilecimiento de la política para maniobrar en su favor. Así ha sucedido. Desde que Clavijo rompió con los socialistas de Patricia Hernández, poco o nada dispuesta a participar del régimen, comenzaron a moverse en las alcantarillas para poner a los viejos socialistas a su servicio y al PP en disposición de volver a servirles de muleta. Lo han conseguido, y los que resisten en política, Nueva Canarias o Podemos, y el PP en menor medida, lo hacen con el enorme costo de estar fuera del régimen, de no gozar de las prebendas, de no tocar bola.
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