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Las previsiones se están cumpliendo y el final de agosto llega marcado por un notable repunte en la arribada de pateras y, sobre todo, de ... cayucos procedentes de las costas africanas. Ante esa realidad, Canarias se encuentra, como señaló el presidente Fernando Clavijo esta semana, con una soledad institucional y política ciertamente lamentable: el Gobierno de España no acaba de articular solución alguna y el Partido Socialista y el Partido Popular siguen en una bronca que imposibilita consenso alguno en torno a la necesaria reforma de la Ley de Extranjería.
Así las cosas, la realidad se impone: Canarias vuelve a aproximarse a la cifra de 6.000 menores no acompañados acogidos; el reparto solidario de esos niños y adolescentes por la península no funciona y el flujo de migrantes se incrementa porque las mafias evitan ya la salida por el Mediterráneo ante los mayores controles en origen. De hecho, este sábado ya se detectó la presencia de pakistaníes y sirios entre los ocupantes de un cayuco en El Hierro.
En ese contexto, la política migratoria del Gobierno de España navega en un mar de contradicciones. En lugar de comparecer por vía de urgencia en las Cortes o de convocar la Conferencia de Presidentes para explicar cuál es su hoja de ruta, Pedro Sánchez se fue de gira por Mauritania, Senegal y Gambia para primero defender las bondades de la migración y solo 24 horas después abogar por las deportaciones de los ilegales. De hecho, su propio socio de gobierno, Sumar, fue el primero en criticar la incoherencia. La confusión es todavía mayor si tenemos en cuenta que esa devolución inmediata a los lugares de origen es competencia del propio Gobierno, de manera que no sabemos si le estaba marcando los deberes al ministro del Interior o al de Asuntos Exteriores, los cuales, para más inri, ni siquiera fueron a la gira africana.
Sánchez parece embarcado en una huida hacia adelante, ya sea en lo relativo a las concesiones al independentismo catalán, la fractura en su propio partido o la cuestión migratoria. En Canarias, donde estuvo casi dos semanas de vacaciones, dejó pasar la oportunidad de sentarse con quienes acuden al rescate de los inmigrantes y quienes los atienden a pie de muelle y en centros de acogida para comprobar la dimensión del fenómeno. A su regreso a Madrid, debió asumir personalmente la recuperación del diálogo con el PP en este asunto de Estado, además de acudir a las Cortes para informar sobre qué piensa hacer. Y tampoco tiene sentido un viaje a África sin presencia de la Comisión Europea, que igualmente tiene mucho que decir en materia migratoria.
En realidad, lo único de lo que se ha ocupado es de dar instrucciones a la Abogacía del Estado para ampliar la denuncia contra el juez que investiga a su esposa, Begoña Gómez. Ahí si vemos a Sánchez fajándose e implicado al máximo. Y si esa es su prioridad, debería apartarse de las labores de gobierno y dejarlas en manos de quien asuma que los problemas de Estado no pueden quedar aparcados por las cuestiones de interés personal o familiar.
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