Vea la portada de CANARIAS7 de este domingo 9 de febrero

Donald Trump ha impulsado un cambio total de paradigma en la búsqueda de soluciones a los problemas más complejos que atañen al mundo. Ha sustituido la negociación por la imposición, la cautela que exigen las cuestiones sensibles por el golpe en la mesa. El orden ... por la inestabilidad. En tres semanas como presidente de EE UU, se ha prodigado en utilizar la presión en la economía como instrumento de extorsión política desde México hasta Europa. Pero lo más preocupante es el uso de la población civil en la conquista de sus objetivos, groseramente mercantiles en muchos casos. Lo acaba de poner de manifiesto con su visión inmobiliaria de Gaza, su interés en Ucrania por minerales codiciados por la industria tecnológica a cambio de apoyo milita r y con las deportaciones masivas de inmigrantes latinos bajo la amenaza de fuertes aranceles a sus países de origen que, además, pueden terminar pagando las clases con menos recursos.

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Sus planes de expulsión de dos millones de palestinos de la Franja son el símbolo palpable de la deshumanización con la que aborda los conflictos. Un estilo impropio de una sociedad moderna como la estadounidense, pero que corre el peligro de calar al otro lado del Atlántico. El amplio rechazo a la idea de 'limpiar' Gaza para convertirla en la «Riviera de Oriente Medio» no debe solapar el auténtico drama de la región: la aniquilación de un territorio saldado con casi 50.000 muertos por el asedio del Ejército de Israel tras la masacre terrorista perpetrada por Hamás.

El Gobierno de Trump, animado por la oligarquía tecnológica que le respalda, ha visto en Europa una oportunidad de conquistar mercados. Y no sólo a golpe de arancel. Las injerencias más evidentes son los apoyos a partidos de ultraderecha con capacidad de desestabilización, algunos reunidos por Vox este fin de semana en Madrid en el congreso de los 'Patriotas', el tercer mayor grupo del Parlamento europeo.

Cinco años después del brexit, Europa debe aprovechar el acercamiento del Reino Unido para contrarrestar desde la unidad los desafíos de Trump. Y, a la vez, hacerle ver que el campo abierto a los acuerdos comerciales es muy amplio como para limitarlo a un aumento de los fondos en defensa, como exige el magnate para preservar la colaboración, y más entre dos aliados históricos. Sería deseable que la UE diera ejemplo en materias sensibles como la inmigración. Pero la forma de abordar esa crisis humanitaria no es precisamente modélica en demasiados países.

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