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En Alemania, los democristianos del futuro canciller Friedrich Merz, los socialdemócratas -los grandes derrotados de las recientes elecciones federales- y Los Verdes han alcanzado un ... pacto histórico para acometer la reforma constitucional que permita elevar el endeudamiento público y así hacer frente a un notable aumento del gasto militar. El motivo es la nueva realidad geopolítica mundial tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con Rusia como sorprendente aliado de Estados Unidos, con Ucrania condenada a aceptar una paz que conllevará importantes renuncias a sus reivindicaciones territoriales, y con la Unión Europea absolutamente fuera de juego.
En España, el panorama no puede ser más diferente: el presidente Pedro Sánchez celebró esta semana una ronda de contactos para incrementar también el gasto en defensa pero lo hizo, por lo que sabemos de quienes acudieron a La Moncloa, sin que haya un plan claro. Tampoco hay garantía del apoyo de los partidos que hicieron posible la investidura y, por si fuera poco, no hay interés del jefe del Ejecutivo de someter su estrategia a una votación parlamentaria. Es más, ni siquiera podemos hablar de un plan del Gobierno, pues Sumar, lejos de apoyar lo que reclama toda Europa, compite con Podemos para ver quién se desmarca más del incremento del gasto militar.
La política de defensa, que va de la mano de la internacional, es un asunto de Estado y, en consecuencia, precisa del máximo consenso. Más aún cuando se forma parte de un club de privilegio como es la Unión Europea. Es por ello que resulta del todo inadmisible que Sánchez tenga un plan -si es que de verdad existe- y que no lo comparta Sumar, como tampoco se explica que el teórico bloque nacionalista y de izquierdas abogue precisamente por lo contrario de lo que pretende el jefe del Ejecutivo. Es otra prueba de lo insostenible que es mantener la legislatura cuando la mayoría es inexistente.
Con ese bagaje, Sánchez no puede acudir a las cumbres europeas que se están multiplicando estos días hablando en nombre de España y trasladando compromisos que ni él sabe si puede cumplir. Ytampoco es de recibo hurtar un debate tan trascendental a las Cortes. Salvo, claro está, que Sánchez crea que es un nuevo Donald Trump que lo puede resolver todo a golpe de decretos. El sistema parlamentario español no funciona así, a lo que se une un matiz que no es menor: Trump, nos guste o no, ganó en las urnas y tiene mayoría en las dos cámaras legislativas; Sánchez, ni eso.
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