El apoyo a la ponencia política oficial del 90% de los militantes de Esquerra reunidos este fin de semana en el congreso del partido en ... Martorell (Barcelona), unido a la renuncia del sector rovirista que le disputó la presidencia a incomodar a Oriol Junqueras, permite a los republicanos recomponer la compostura perdida en su pulso interno tras la debacle en las catalanas de hace diez meses.

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Un tiempo en el que ERC ha encontrado en la necesidad aritmética de sus escaños para que el socialista Salvador Illa accediera a la jefatura de la Generalitat y la dependencia del Gobierno de Pedro Sánchez del aval del conjunto del soberanismo la palanca más a mano para recobrar perfil, después de haber sido desalojada del Govern y de haber caído a tercera fuerza de Cataluña.

Pero lo que constituye hoy el principal capital político de ERC opera, al tiempo, como una atadura con coste en las urnas y sin que la formación haya logrado capitalizar la experiencia de poder que, según ha constatado un cargo como Gabriel Rufián, continúa sin saber explotar.

Y el pretendido rearme de Junqueras y los suyos en este cónclave sigue pendiendo del tiempo que decida otorgar Carles Puigdemont a Sánchez, porque, a diferencia de Junts, Esquerra solo puede pactar a la izquierda.

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