La derecha descolocada

El mensaje de la derecha en la crisis de la pandemia es ilegible. Es difuso, contradictorio y retórico. No logramos distinguir qué es lo que proponen o lo que quieren o si lo que quieren es sólo meter ruido. ¿Quieren que sea el Estado el que tome las riendas de la situación? ¿O quieren que sean las autonomías las que la afronten? ¿Qué medidas nítidas y concretas tienen ante la crisis? ¿Qué más podrían hacer que el PSOE? ¿Cómo lo haría? Lo podemos adivinar por los antecedentes, pero no lo dicen, o lo hacen tan mal que lo que llega es puro ruido.

No se puede proclamar que es el Gobierno central el que debe tomar las riendas de esta segunda ola de la pandemia y al mismo tiempo acusar al mismo al mismo Gobierno de injerencias en la gestión en la comunidad de Madrid. Tampoco se puede defender que Madrid es diferente y al mismo tiempo reclamar Sánchez que aplique el mismo criterio para todos.

Es frustrante colocarte los auriculares para escuchar un debate en el Parlamento y asistir a una bronca monumental a cuenta del rey, de los jueces, de la corrupción o de cómo Podemos impone su proyecto político bolivariano en España desde el Gobierno con el silencio cómplice de Pedro Sánchez.

La polémica que vivimos estos días en torno a las situación de en Madrid dan la medida exacta de las contradicciones del partido que difumina el mensaje de la derecha en un momento de crisis. Madrid resiste ante la izquierda que empuja descaradamente para hacer caer a Ayuso y poner en aprietos a Casado, un mensaje, que aunque sea cierto, difumina lo que dice la derecha para toda España y esconde un triple problema. Una auténtica inepta como presidenta de la comunidad que señala a Casado como su mentor, un presidente de partido al que parece que le viene grande esta situación a pesar de que el Gobierno de Sánchez tiene más grietas que el Prestige y una mala estrategia porque no es la hora de echar a Sánchez.

A pesar del ruido a Casado le queda un éxito, que no es suyo. La polarización en momentos de crisis vuelve ciego a muchos y consagra a los adeptos, aunque en esta ocasión, sin hacer nada, es Vox quien está recogiendo la cosecha.

Es verdad que el frente de la moción de censura a Rajoy y la investidura de Sánchez es muy potente y manejan perfectamente la comunicación y las alcantarillas, pero no es menos cierto que Casado y su equipo están pez en eso y tampoco quieren saber mucho de las viejas glorias, los que sí se mueven en esos lares, salpicadas por los escándalos de corrupción.