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Concedemos 10 días de plazo [al Gobierno de Canarias] para ponerse en contacto con este colectivo. Necesitamos como muestra de voluntad política la detención definitiva ... de las obras de la Tejita y del Puertito de Adeje. Si no cumplen con su responsabilidad, iniciaremos una huelga de hambre indefinida».
Menudo ultimátum, ante la prensa, de la portavoz de la plataforma 'Canarias se agota'. Respetable, sí, movilización colectiva en pro de lo que consideran una necesaria (sic) «regeneración ecológica y social del archipiélago». Y convocante de una próxima manifestación prevista en varias islas que, sin embargo, en el fondo y en las formas, incomprensiblemente vuelve a poner en la diana de la crítica desmedida a nuestro motor económico, el turismo.
Sobreactuación amenazante que no sorprende, dados los 'referentes institucionales' que alumbran el camino hacia un nuevo amanecer: «Pensar que este modelo turístico depredador del territorio y destructor de nuestros parajes naturales es sostenible, sí que es de toletes, señor Clavijo». Enésimo esperpéntico ataque a nuestro turismo, ahora vía nuevo X-tweet, de la actual diputada nacional en el Congreso por Podemos, antes Consejera de Asuntos Sociales de lo canario, y no sé qué más de lo público, señora Noemí Santana. Que bien se vive (del cuento) del erario público.
De la misma formación política que, sin haber sabido resolver las ayudas a la dependencia para tantas familias canarias (materia bajo su responsabilidad durante la última legislatura autonómica), no hace tantos meses culpaba a los turistas de ser «un problema porque tiran las toallitas a las alcantarillas». Sin sonrojo alguno. Con los turistas acopiando toallitas como locos en nuestros supermercados, porque, a falta de agua, hoja de ñame o toallita humidificada…
Como si el turismo fuera el causante de los males mayores, sociales, sanitarios, habitacionales, económicos, normativos, medioambientales, energéticos, hídricos, cívicos y hasta culturales, que afectan a nuestra región. Cuando, en todo caso, quizás lo sea, como fenómeno global, la presión demográfica general que asume un territorio frágil y limitado, con una población oficial censada de unos 2,2 millones de habitantes. Y no, por supuesto, la 'presión turística', contrapeso al no futuro.
Porque, en comparación con esos 2,2 millones de residentes en las islas, con datos estadísticos de 2023, unos 250.000 turistas pernoctan a diario en nuestros hoteles y apartamentos, eso sí, repartidos por nuestras ocho islas. Probablemente rondando las 300.000 pernoctaciones turísticas diarias en todo el archipiélago, si se contemplan de igual forma los niveles de actividad de las viviendas vacacionales regladas. También repartidas éstas por las ocho islas, más en unos municipios que en otros. Y, sin duda, forzadas muchas de ellas a salirse del mercado del alquiler residencial, por mor de una ley estatal de vivienda que protege sobremanera al inquilino incumplidor, y demoniza hasta los tuétanos al humilde y modesto propietario. Ley, por cierto, contra la que no hay huelga de hambre.
Cifras las anteriores que, en datos generales de actividad turística y económica del extinto 2023, refieren la visita a Canarias de 16 millones de turistas, con una aportación a nuestro Producto Interior Bruto de unos 22 mil millones de euros (más de un 40% de la actividad económica total de las islas). Aportando en su conjunto el turismo/hostelería, el comercio y el transporte, de forma directa e indirecta, hasta casi también un 40% del empleo en las islas (unos 380.000 trabajadores).
A una sideral distancia de lo que, por desgracia, pueden actualmente en las islas aportar al empleo la sanidad (un 10%), la educación (un 7%) construcción (un 6%), la industria manufacturera, extractiva y energética (un 5%), o la agricultura y la ganadería (un 2%), por citar a varios de nuestros otros sectores económicos y profesionales.
Debiendo tener muy presente, por ejemplo, que, en cifras absolutas, todo el presupuesto de la sanidad pública canaria para 2024 – 4.369 millones de euros-, en la práctica coincide con los más de 4 mil millones de euros que aporta el turismo a través de los distintos conceptos de recaudación impositiva autonómica, desde el Igic turístico hasta el IRPF de todos los trabajadores del sector. Bendito turismo.
Que yo recuerde, y volviendo al ultimátum-amenaza, la última vez que una sociedad en su conjunto tuvo que prestar triste y dolorosa escucha a un ultimátum colectivo, fue el 10 de julio de 1997. Cuando ETA secuestró al joven Miguel Ángel Blanco, y dio un plazo de 48 horas al Gobierno de España para que trasladara al País Vasco a todos los terroristas encarcelados por toda nuestra geografía, so pena de acabar con la vida de aquel joven concejal, como saben finalmente ejecutado y asesinado.
Comparen, pues, la trascendencia o banalidad de cada uno de estos ultimátums a las instituciones. El de ETA respecto a un muchacho cualquiera. O el de'Canarias se agota' respecto a un proyecto hotelero. En la amenaza medioambientalista sólo faltó, en lugar de una capucha, una txapela, un hacha y una serpiente, esa misma capucha, pero con un cachorro canario, un sacho y una cabra.
Banalizar con llevar a cabo una huelga de hambre, aunque respetable en una sociedad que aún presume y disfruta de la libertad de expresión, no me parece correcto. Y si, además, dicha pretensión se manifiesta bajo amenaza de 'cuenta atrás de 10 días' a la institución de turno, de lo incorrecto pasaría a catalogarse casi de ridículo. ¿Con ingesta de líquido, o sin ella?
Porque si «por culpa del turismo y en nombre del pueblo canario», alguien amenaza con huelga de hambre, imaginemos qué derechos pueden amparar a, por ejemplo, las más de 22.000 personas –y sus familiares- que, a diciembre de 2023, esperaban en nuestras islas por las ayudas a la dependencia. O a las 148.000 canarias y canarios que, también a diciembre de 2023, constaban en las listas de espera de Sanidad. O a los cientos de nuestros agricultores y ganaderos duramente afectados en su sacrificada actividad laboral y económica, como consecuencia de la sequía y de los elevados costes que asumen en sus explotaciones. Mínimo –trivialidad del escribiente-, derecho a katanas para harakiris a las puertas de las Consejerías de cada ramo sectorial. Pero ahí siguen, luchando sin aspavientos teatrales.
¿Modelar, modular y mejorar la actividad turística en nuestras islas? Como debiera hacerse, de forma continuada, a través del análisis de situación y propuestas de mejora, respecto a cualquier otra actividad, pública y privada. Pero sin necesidad de poner al turista, nuestra forma de vida, en la diana.
«Con la excusa de que el turismo nos da de comer, lo que hacen es tirar comida cuando termina el buffet», vociferó a continuación de 'el ultimátum de los 10 días', y megáfono en mano, otra de las personas presentes en dicho acto, para, a reglón seguido, fundirse en un sentido abrazo con un colega.
Culpar por culpar, gratuitamente, al turismo por los vertederos ilegales en nuestros barrancos, por las esperas en las ayudas a la dependencia, por las listas de espera sanitarias, por las fugas de agua en nuestras redes de tuberías públicas, por los palmerales abandonados por aquí y por allá, por las toallitas en las alcantarillas, por los atascos en las carreteras, por la falta de vivienda residencial, por la carestía de la cesta de la compra, y por los colapsos en los accesos al Roque Nublo, al Teide o al Macizo de Anaga, es, en definitiva, terminar por acabar de dar la razón a la exministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia: «Para innovar en Canarias, el talento es imprescindible».
Denle uso al Diccionario Básico de Canarismos (academiacanarialengua.org/diccionario), herramienta fundamental para el conocimiento y pervivencia de nuestro léxico. Que también refrenda la acepción, uso y pronunciación de términos populares de nuestra tierra. Como 'pulpear': acción de capturar o coger pulpos, generalmente pronunciado en las islas como 'pulpiar'.
Bien pensado, sí, ojalá se marchen nuestros turistas y no vuelvan nunca. ¡Tourists, go home! Para entonces dedicarnos, en felicísima comunión guanche con la naturaleza, a pulpiar. ¡Ah, no, que tampoco podremos! Porque incluso coger pulpos cuando baja la marea, o criarlos en piscifactorías, a través de la industria pesquera, para el consumo humano, se considera 'asesinato'. Suerte a todos.
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