
Herramientas lingüísticas de un singular gobierno
David Morales
Diputado autonómico Partido Popular de Canarias. Director de empresas y organizaciones turísticas
Sábado, 22 de marzo 2025, 23:34
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David Morales
Diputado autonómico Partido Popular de Canarias. Director de empresas y organizaciones turísticas
Sábado, 22 de marzo 2025, 23:34
A Pedro Sánchez no le gusta la palabra 'rearme' que está utilizando en su conjunto la Unión Europea al hablar ésta de mejorar nuestra seguridad ... y defensa continental ante la amenaza expansionista de Rusia, estimándose una inversión necesaria de unos 800.000 millones de euros en infraestructuras, tecnología y armamento para reforzar dicha defensa.
«No comparto ese término», ha dicho Sánchez. «Creo que tenemos que hablar de otra manera y dirigirnos a los ciudadanos de otra manera cuando hablamos de la necesidad de mejorar la seguridad y las capacidades de defensa europeas». He ahí su enésimo eufemismo: rearme debe expresarse como necesidad de mejorar la seguridad y las capacidades de defensa. Recuerden, eufemismo: 'manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante'.
Como la ciudadanía del país de la piel de toro es tonta, no se informa y no es consciente ni de la invasión rusa de Ucrania, ni de la masacre que Israel ha reactivado en Gaza, parece que la propuesta de Sánchez a Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, es la de que respecto a los españoles y españolas en lugar de rearme se utilice el siguiente eufemismo. O si acaso, metáfora: 'un globo, dos globos, tres globos, la luna es un globo que se me escapó, un globo, dos globos, tres globos, la tierra es el globo donde vivo yo'.
En realidad, no es que a Sánchez no le guste el vocablo en sí mismo. Sino que, en primer lugar, 'rearme' supone una inversión europea estimada en 800.000 millones a pagar en un 80% los próximos cuatro años a través de los presupuestos nacionales (o sea, vía impuestos) de 26 de los 27 actuales estados miembros de la UE. Todos excepto Hungría, pro-Trump y pro-Putin, pero por suerte recuperando al Reino Unido para la causa. Lo cual daría una hipotética media de 31 mil millones de euros a desembolsar por cada país. Pudiendo eufemísticamente quedarnos tranquilos porque no habrá subida de impuestos, sino la presencia continuada en nuestras puertas de la tradicional figurita roja y blanca de un monaguillo con una hucha.
Y, en segundo lugar, porque a Sánchez 'rearme' le genera de facto un nuevo desarme en el sentido de la esperpéntica desestructuración del singular gobierno que lidera, viendo ahora como su vicepresidenta Yolanda Díaz (aún, a su vez, enfrentada a María Jesús Montero por pretender Hacienda hacer pasar por caja a las personas perceptoras del salario mínimo interprofesional tras la reciente mejora del mismo) vota ahora junto al resto de integrantes de Sumar en el Congreso contra el 'un globo, dos globos, tres globos', ¡y a favor de la salida de España de la OTAN!
No hace mucho alguien propuso que dejaran de venir turistas, porque nos podíamos alimentar del marisqueo de la lapa y del mejillón hasta ahora prohibido en nuestras costas. Y si nos invaden, bonitas estrelitzias a la marea. Si lo ven por la calle, recuérdenle la frase de Winston Churchill: «El que se arrodilla para conseguir la paz, se queda con la humillación y con la guerra». El rearme y la continua modernización de nuestras Fuerzas Armadas y las del conjunto de la UE por supuesto es más que necesario, porque en el actual amenazante escenario es el mejor mecanismo disuasorio.
En otro ámbito, y continuando con referencias lingüísticas, nadie sabe ni dónde ni cuándo empezaron a utilizarse expresiones de solidaridad con la coletilla del 'somos todos'. O con la de '¡fuerza!'.
De la primera de ellas, asociada por lo general a tropelías cometidas por el propio ser humano, recuerdo sobremanera los mensajes de apoyo a la ciudad-capital más bonita del mundo, París, tras los atentados terroristas perpetrados en la capital gala en el año 2015. Primero en el mes de enero, en aquel ataque mortal a las oficinas del semanario satírico Charlie Hebdo. Y luego en noviembre con los ataques mortales a caballo entre el Stade de France y la sala de fiestas Bataclán. En total, 142 ciudadanas y ciudadanos asesinados. Je suis Charlie. Nous sommes Paris.
Dos años después, en agosto de 2017, le volvió tocar a España digerir la tragedia de la aberración terrorista, cuando Barcelona y Cambrils fueron los escenarios escogidos por los asesinos para perpetrar su nueva barbarie. Una quincena de fallecidos, y '¡Barcelona somos todos!', gritó emocionada España. Igual que trece años antes había gritado '¡Madrid somos todos!', tras el peor atentado terrorista en la historia de nuestro país, cuando los bárbaros hicieron estallar por los aires cuatro trenes de cercanías en plena hora punta. 191 muertes sin sentido. Y sin contar todas aquellas personas que quedaron para siempre con terribles secuelas físicas y psíquicas.
Acerca de la otra coletilla, la de '¡fuerza!', ésta se suele emplear más vinculada al impacto emocional que generan las catastróficas consecuencias (también en pérdida de vidas humanas) provocadas por catástrofes naturales. Incendios en nuestros bosques y montes; erupciones volcánicas; o danas meteorológicas, por ejemplo. '¡Fuerza, Tenerife / Gran Canaria / La Palma / Valencia!'
El mundo se ha vuelto tan disparatadamente desquiciado, en todos los sentidos, que máquinas de textiles y redes sociales empiezan a no dar abasto a la hora de imprimir o de expresar, sin visos de finiquitud, el 'somos todos' o el '¡fuerza!'. Desde Ucrania hasta Gaza. Desde el mercadillo navideño de Magdeburgo, a las festividades de fin de año en Nueva Orleans. Desde Paiporta a Huelva, pasando por Torrent, en nuestro país; hasta los ríos Elba y Vltava en Centroeuropa.
Ante esos trágicos hechos, ¿no debe un país o una región, rearmarse en términos de refuerzo de sus cuerpos policiales, o en términos de refuerzos para la lucha contra incendios? Por tanto, no tiremos la toalla respecto a todo tipo de esfuerzo que contribuya a parar en seco a esta singular noria del despropósito nacional e internacional en lo gubernamental, en lo institucional, en lo social o hasta en lo económico. Tampoco respecto a lo lingüístico. Ni en nuestro país, ni allende nuestras fronteras.
Fronteras incluidas las de Cataluña, que sí, son nuestras. De toda España. Por mucho que la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Sáiz, también haya acudido a la técnica del eufemismo para seguir tomándonos por tontos a los españoles: «es muy positivo que Cataluña haya querido asumir la responsabilidad de dar un servicio de proximidad a los inmigrantes, de proteger a estar personas vulnerables que solo quieren una vida digna… y un paso hacia la mejor gestión autonómica».
Con el bonus track por parte de la señora Sáiz con su «la preocupación del Gobierno (de España) no está en aquellas Comunidades que quieren asumir, ejercer más competencias en coordinación con el Estado para dar un servicio mejor de proximidad y de forma más eficaz; sino en quienes hacen una dejación de competencias de las que ya tienen». Discúlpeme la audiencia lectora, pero me vuelvo a reír por no llorar.
¿Saben lo que ha respondido el gobierno de Sánchez y sus ministras y ministros cada vez que desde Canarias hemos planteado cuestiones tan básicas y fundamentales para un territorio atlántico y archipielágico, a la sazón región ultra-periférica de la UE, como por ejemplo recibir las competencias plenas y exclusivas en materia de costas, o como poder tener representación institucional en el consejo de administración de Aena? 'Tararí que te ví' que podría catalogarse como onomatopeya.
Sarcasmo es otra figura lingüística definida por la RAE como 'burla o ironía mordaz'. En su reciente análisis titulado 'La privatización del Parlamento,', el catedrático e investigador González Quirós se refiere de la siguiente manera acerca de los modos y maneras del estilo de gobernanza de Sánchez: «¿Son conscientes los españoles de que el ansia de poder de un líder ensorberbecido hace que hablar de que la política está al servicio del bien común sea un sarcasmo? Nada se podrá hacer si no aparece una amplia mayoría de españoles capaz de distinguir la lluvia de los orines. Ambos mojan, pero parece indigno soportarlos con idéntica paciencia». ¿Entienden la ironía y metáfora del catedrático?
Lo dicho, que no caiga el ánimo. Reármense de paciencia. Y ¡Fuerza! ¡Canarias y España somos todos!
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