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Opinión

La doble cara del maltratador

El caso del presunto feminicidio en Gran Canaria revela, una vez más, cómo la violencia machista se enmascara tras una fachada de normalidad

Bárbara Blanco

Las Palmas de Gran Canaria

Miércoles, 19 de febrero 2025, 22:57

Hace unos días se publicó la noticia del presunto primer crimen machista conocido en Canarias este año: Miguel Gallego fue detenido por el presunto asesinato ... de María Dolores Illan, su esposa, ocurrido hace casi cuatro años. No solo la habría matado, sino que habría descuartizado su cuerpo y dispersado los restos por distintos puntos del sur de la isla durante dos días. Tras conocerse la información, un vecino de Juan Rejón, calle donde vivía el sospechoso, exclamó, aún incrédulo: «Pero si era un tío fantástico...»

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Esta reacción refleja una de las características más perversas de la violencia machista: se ejerce en la intimidad, tras puertas cerradas, mientras de cara al exterior se mantiene una imagen de absoluta normalidad. El agresor no es el monstruo de las películas, fácilmente identificable y temible a simple vista. Es, con frecuencia, el vecino amable que saluda en el ascensor, el compañero de trabajo que siempre tiene una broma a punto o el amigo que nunca falta a una celebración.

Esta dualidad no responde a una personalidad dividida, como en el personaje de Kevin en la película 'Split'. No estamos ante individuos que pierden el control de forma involuntaria, sino ante perpetradores conscientes que eligen cuidadosamente dónde, cuándo y contra quién ejercer su violencia. Se amparan en una sociedad que, demasiadas veces, prefiere recordar lo fantástico que era una persona que ha descuartizado a su esposa.

Las víctimas lo saben bien. Son ellas quienes escuchan los gritos ahogados entre las paredes del hogar, quienes padecen las amenazas susurradas lejos de testigos, quienes conviven con el miedo mientras el mundo sigue viendo en su agresor a un hombre encantador.

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El caso de Gran Canaria nos recuerda que la apariencia de 'buena persona' no puede seguir sirviendo de escudo para los maltratadores. La violencia machista no entiende de caras amables ni de gestos educados. Un agresor no es alguien que solo es violento en casa y amable con los vecinos; es, simplemente, un maltratador.

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