Es habitual escuchar frecuentemente, cuando se refiere a posesiones y/o logros ajenos, la expresión «siento una envidia sana», para dar a entender que lo ... que otra persona ha conseguido nos hace felices a nosotros. Yo creo que, al decir eso, o bien caemos en la hipocresía y la falsedad, o bien estamos equivocados en el uso del sustantivo en cuestión. Lo que quizá expresamos con esta frase se llama 'admiración', y ese término es diametralmente opuesto a la envidia.
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Según la RAE, la envidia se define como «la tristeza o el disgusto producidos por no tener algo que otra persona tiene». Parece lógico, por tanto, que añadir el calificativo «sana» a dicha definición es contradictorio y carente de sentido. No obstante, según estudios de algunas ciencias del comportamiento, se puede distinguir entre 'envidia maligna', que se referiría a un sentimiento destructivo que sufren personas inseguras y de baja autoestima, y 'envidia benigna', que puede llegar a ser positiva para quien la padece, pues podría suponer un acicate o estímulo que haga que, al descubrir los logros que otra persona puede conseguir, nos impulse a mejorar a nosotros mismos. Es posiblemente ésta última la definición que más se parecería a la admiración que sentimos ante aquello que nos gusta, y que hubiésemos deseado haber hecho o poseer nosotros. La primera no es más que un sentimiento mezquino que nos lastra, nos hace sufrir y desear que la persona que ha conseguido un logro o una posesión que no tenemos, se hunda en la más absoluta miseria. A ello, a ese afán aniquilador, dedican algunas personas el tiempo y, sobre todo, el talento del que carecen para crear lo que otros sí han podido.
Y ahora, en la era de las redes sociales, se activa para el envidioso un inmenso altavoz, una plataforma ideal donde llegar a miles de personas y vomitar sin reparo toda su frustración. Aprovechando las ventajas del anonimato o el saber que su rastrera crítica va a ser vista o leída por un montón de gente, descarga sus miserias sobre quien tiene o logra algo brillante u original que él o ella, a pesar en algunos casos de contar con las herramientas precisas, no fue capaz de concebir.
Si eres buena y buscas la excelencia, adelante.
Si padeces el mal de la envidia, háztelo mirar y busca un remedio; quizá todavía estés a tiempo. Y recuerda: la envidia nunca es sana.
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