La economía circular no empieza cuando reciclamos, sino cuando evitamos generar residuos. Si queremos un océano sin basura, debemos saber que cada decisión cuenta
Carolina Martín Ramos
Portavoz del proyecto Upcycling the Oceans en Ecoembes
Jueves, 20 de marzo 2025, 23:03
Latas, botellas, frascos, chapas, cuchillas, zapatos, lavadoras, televisores, microondas: cada día, mientras faenan, cientos de pescadores en España no solo sacan peces del mar. En sus redes aparecen residuos que nunca deberían haber llegado al océano. Los pescadores los recogen y depositan en contenedores apropiados, dando una segunda vida a toneladas de desechos. Lo hacen de manera silenciosa, sin focos ni titulares, pero su labor es crucial para la salud de los océanos.
La economía circular es un proceso con muchos protagonistas, pero algunos rara vez aparecen en la conversación. Hablamos de contenedores, separación de residuos, recicladores y plantas de tratamiento, pero hay mucho más. Para que este modelo de producción sea una realidad en nuestro país, hay muchas manos haciendo cosas que desconocemos. Por ejemplo, más de 2.700 pescadores que en 2024 participaron en Upcycling the Oceans, un proyecto de la Fundación Ecoalf y Ecoembes. Cada día, al salir a faenar, rescatan en sus redes desechos que, de otro modo, habrían permanecido en el fondo marino durante siglos. El resultado: 151.540 kilos de residuos recuperados en el último año.
Este proyecto, iniciado hace una década, ha logrado recuperar 1.348 toneladas de desechos del litoral español, equivalentes a 100 camiones de basura completamente llenos. Gracias al compromiso de una gran red de pescadores en 47 puertos pesqueros de Galicia, Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía, se ha dado una segunda vida a la basuraleza marina.
El ciclo del reciclaje funciona así: los pescadores depositan los residuos recogidos en los contenedores del proyecto, que luego son transportados a plantas de separación, donde se clasifican y se envían a sus respectivos canales de reciclaje. En el caso del plástico PET, este se transforma en granza y posteriormente en hilo de mar, un poliéster 100% reciclado con el que se confeccionan prendas de alta calidad. Así, lo que una vez estuvo en el fondo del mar, hoy puede formar parte de nuestro fondo de armario.
Iniciativas como esta demuestran que cuando distintos sectores suman esfuerzos, el impacto es real y medible. Los protagonistas del proyecto han sido testigos de este cambio. Donde antes recogían grandes cantidades de basura con cada lance, ahora encuentran menos. Sin embargo, aunque las labores de limpieza están funcionando, el problema sigue lejos de estar resuelto.
Hablamos de toneladas de desechos que llegan al mar, pero ¿en qué se traduce esto realmente? En una amenaza directa para la biodiversidad. De acuerdo con datos de la revista Science, más de 1.300 especies se han visto afectadas por la contaminación en los océanos. La consecuencia abarca desde la alteración de sus ecosistemas hasta la entrada de estos residuos en la cadena alimentaria.
La experiencia de estos pescadores nos recuerda que el problema no empieza en el mar, sino en tierra firme. Y que la economía circular no comienza en el contenedor, sino mucho antes, en la prevención. Empresas, instituciones y ciudadanía forman parte de una red que solo funciona si cada eslabón cumple su papel: antes de reciclar, hay que reducir. Antes de producir, hay que repensar.
Cada envase que acaba en el mar empezó en algún momento en nuestras manos. Por eso, el verdadero cambio comienza en tierra firme, con pequeños gestos que marcan la diferencia: reducir el consumo de envases innecesarios, reutilizar siempre que sea posible y depositar correctamente los residuos en los contenedores adecuados. Porque la economía circular no empieza cuando reciclamos, sino cuando evitamos generar residuos desde el principio. Si queremos un océano sin basura, debemos ser conscientes de que cada decisión cuenta.
Los últimos datos de Eurostat nos dan motivos para el optimismo: desde 2001, España ha reducido en 187 kilos por persona la cantidad de basura municipal generada, el mayor descenso de toda la Unión Europea. Pero a pesar de estos avances, seguimos operando en un modelo de consumo lineal, basado en extraer, producir, consumir y desechar. La circularidad sigue siendo una asignatura pendiente. Prueba de ello es la tasa de Eurostat que mide el porcentaje de materiales que provienen de recursos reciclados en lugar de materias primas vírgenes. En la Unión Europea es de apenas 11,8%, y en España aún más baja, con un 8,2%. Este dato nos urge a la acción, porque el verdadero reto no es solo reciclar mejor, sino evitar que los residuos se generen en primer lugar.
Los pescadores que colaboran en esta iniciativa no solo recogen residuos: con cada jornada en el mar nos muestran la importancia de evitar que los desechos lleguen a donde no deberían estar. Porque limpiar los océanos nunca será suficiente si no frenamos la entrada de residuos en ellos. En definitiva, la economía circular no es solo una cuestión de reciclaje: es una cuestión de corresponsabilidad. Y en este esfuerzo colectivo, todos, desde quienes producen hasta quienes consumimos, tenemos un papel que desempeñar.
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