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Salvo que consiga remontar, con una reconstrucción hercúlea, un descrédito que, lejos de corregirse, va cavando episodios cuando se cumplen cuatro meses de la dana ... que arrasó la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón es hoy lo más parecido a un político sentenciado. Su liderazgo, bajo sospecha en origen por la celeridad con que precipitó en la primavera de 2023 un pacto con Vox que acabó resultando carnívoro para las aspiraciones de Alberto Núñez Feijóo de alcanzar La Moncloa, está en cuarentena desde que el peor desastre natural en un siglo, el brutal temporal que mató a 224 personas en suelo valenciano, destapó el vacío de poder el fatídico 29 de octubre en que las aguas engulleron todo a su paso con una virulencia excepcional. Pasado el trance más crítico, Alberto Núñez Feijóo optó por el control de daños fiando la precaria continuidad de su barón, en una autonomía electoralmente clave, a la ingente tarea de levantarla de los escombros y con una advertencia: «Ya no caben más errores». El problema para el PP es que Mazón se ha convertido «en un peligro» –la definición es de dentro– porque no para de cometerlos.
«Sabemos lo que hay que hacer, otra cosa es el momento», constatan en la dirección nacional de los populares. Génova no mueve ficha visible y se guarece en un elocuente silencio –ni siquiera se entra a valorar la moción de censura que agitan los socialistas contra un «presidente indecente» si Feijóo no actúa y que solo prosperaría si la avala Vox– a la espera, vana por ahora, de que escampe. Entre otras cosas, porque remover a un presidente autonómico enrocado solo sería posible si el partido le retira el sostén parlamentario, un divorcio impensable en una comunidad que tanto le costó al PP volver a ganarse tras los escándalos de corrupción. Uno de ellos, el del supuesto cohecho vía pago de trajes a Francisco Camps, empujó a éste a la dimisión, pero cuando ya estaba imputado. Los populares, donde las posiciones no son unívocas, también calibran que la marcha de Mazón, 'motu proprio' o instigada, daría vía libre a «la campaña» de la izquierda para atribuirle toda la responsabilidad de las víctimas orillando la cicatera respuesta –a ojos del primer partido de la oposición– del Gobierno de Pedro Sánchez. Y hay quien incluso reconoce a su correligionario su «arrojo» ante la perspectiva de unas Fallas contra él. Pero ayer, a horas de la quinta manifestación en la que miles de personas le urgieron de nuevo a irse, Mazón no asistió en el Ayuntamiento valenciano a la primera mascletá de unas fiestas encapotadas por el drama.
El sentir que ha ido cuajando en el partido es que la reprobada administración de la catástrofe protagonizada por el president no solo amortiza su carrera institucional, sino que él mismo, en vez de focalizarse en su única tabla de salvación –el deber de la reconstrucción–, agudiza su fragilidad con la sucesión de versiones sobre lo que hizo y no hizo la tarde de la dana y con su determinación de responder a todo lo que interpreta como un ataque injusto. Las voces menos contemplativas con la toxicidad política que desprende su barón territorial enmarcan la confesión a rastras de la hora en que llegó al Cecopi que reunía a los gobiernos autonómico y central –las 20.28, 17 minutos después del ya tardío envío del sms de alerta, con el riesgo ubicado erróneamente en la posible ruptura de la presa de Forata y no en el fatal barranco del Poyo– en el intento de procurarse un escudo ante la investigación penal abierta por la jueza de Catarroja; aun a costa, rematan estas fuentes, de arruinar su credibilidad.
«Yo, humanamente, lo entiendo. Es duro escuchar cómo les llaman 'asesinos' a él y a sus hijos», concede otro dirigente del PP, que tampoco obvia lo contraproducente que está resultando la exposición de Mazón. «Quiere reivindicar su verdad y a lo que contribuye es a que haya más preguntas», constata esta fuente. «Vuelve a girar todo en torno al 29 de octubre». La fecha letal, la que sumió a los valencianos en la devastación y conmovió al conjunto del país, de la que Feijóo –«Digamos que no está contento», templan los suyos– pretendía salirse para afrontar el desafío mayúsculo de la reconstrucción; esa reconstrucción que Mazón sitúa como su listón para seguir o no en el cargo. Pero la crisis ha evidenciado las desacompasadas ejecutorias de Feijóo y de su barón valenciano, al que ya ni su jefe de filas ni apenas nadie da ya un nítido espaldarazo en público –Miguel Tellado lo sorteó este sábado mismo– porque se ha erigido en un quebradero de cabeza que impide al PP terminar de capitalizar el escenario frente a un Sánchez aguijoneado por las causas por corrupción y una vez que el líder de la oposición se ha desmarcado del trumpismo de Vox.
El líder del PP fió la salida a la reconstrucción, pero hay quien ve al president ya como «un peligro»
Los populares calibran «la campaña» de la izquierda para atribuir las víctimas al jefe del Consell si se va
Feijóo abogó desde que se consumó la dana por que el Gobierno decretara la emergencia nacional y asumiera el mando, al que Mazón no quiso renunciar. Convocó después una reunión telemática con sus barones para proyectar una imagen de unidad, que terminó solapada porque esa tarde se destapó que el president había dedicado parte del día de la tragedia a comer con la periodista Maribel Vilaplana. Y la mezcla de opacidad y locuacidad con la que el jefe del Consell se está conduciendo en lo que le atañe más personalmente está impidiendo al PP reorientar el foco en la doble dirección en la que pretendía: por una parte, subrayando los recursos activados por el Gobierno valenciano frente a un Sánchez del que siguen denunciando una supuesta e interesada desidia y de «utilizar el dolor» con «la política más cutre», en expresión de Tellado; y, por otra, recordando que lo más dramático fue «la riada» en la rambla del Poyo, de «titularidad» estatal. A ello volvió a acogerse ayer el portavoz popular, quien retó al Gobierno a efectuar «una quita de la deuda» valenciana, exclusivamente, «si quiere ser útil».
El lunes, mientras su barón comparecía en un acto en Madrid que levantó aún más ampollas, Feijóo dejó caer en Telecinco que decidirá sobre Mazón cuando toque «porque nos interesa gobernar Valencia». El congreso de los populares valencianos, uno de los hitos con los que se viene especulando para una eventual renuncia pactada con la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, en las quinielas de la sucesión, toca en verano. Pero no está convocado.
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