
Una marca clásica para salir del bache
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El PNV liderado por Esteban busca recuperar el espacio perdido con un discurso que fija distancias con la escenografía maximalista de PuigdemontCon la elección de Aitor Esteban como nuevo presidente del Euskadi Buru Batzar, su órgano de dirección, el PNV opta por una solución de transición ... que intenta combinar el relevo generacional en su ejecutiva con el valor de un veterano del partido al frente del barco. La elección juega a lo seguro con un valor genuinamente jeltzale que parece 'marca de la casa'. Es el último de los clásicos políticos heredados de la Transición, un veterano de la periferia que representa una manera de hacer política que está a años luz de la sobreactuación actual de la política española. A Esteban, que de joven practicó el rugby, le va bien la nobleza de este deporte para encarnar ese estilo que no busca el aniquilamiento del adversario ni preconiza el odio. A veces hay que volver a los clásicos.
La designación al frente de los peneuvistas de su hasta ahora portavoz en el Congreso de los Diputados deja atrás un proceso con heridas en el seno de la formación nacionalista. Todo empezó con el relevo de Iñigo Urkullu tras tres legislaturas como lehendakari. El PNV comenzaba a sentir el declive después de años en los que parecía inmune a la erosión en la gestión. EH Bildu presiona con fuerza emergente y el nacionalismo institucional se resiente.
Esteban representa un modo de hacer política menos agresivo que lo que se lleva ahora, sobre todo en las redes sociales. Se diría que el PNV es percibido en la Villa y Corte como algunos tradicionales restaurantes vascos de Madrid. Muy bien valorados, poco innovadores, previsibles y de fiar. La solidez del costumbrismo de Euskadi puede que sea una de las pocas certezas en un ambiente tan movedizo y líquido, Más todavía en un contexto internacional resbaladizo en el que asistimos a un choque de placas tectónicas.
Esteban toma las riendas del PNV este domingo en la asamblea general que el partido celebra en el frontón Atano III de San Sebastián, un lugar cargado de simbolismo histórico para el nacionalismo vasco. Fue en este recinto en donde Xabier Arzalluz dio su primer mitin al inicio de la Transición en defensa de un proceso estatutario. Fue en ese lugar en el el que, en 1970 y en presencia del dictador Franco, un activista como Joseba Elosegi se lanzó en llamas envuelto en la ikurriña como lo hacían los bonzos en Indochina en aquellos años. El PNV busca así un revulsivo que reactive a su base social y reanime a su organización en un momento de declive, en el que siente la presión de Bildu, lanzada a conquistar su hegemonía con un discurso progresista que sitúa a su derecha a los peneuvistas.
Esteban lanza un mensaje doble a la política española. Al PSOE para que no se duerma y al PP para que se ponga las pilas. Al primero para que busque aliados más allá de la izquierda. Y al segundo, para que rompa unas amarras tóxicas con Vox que se pueden llevar por delante a Alberto Núñez Feijoo. Y para que asuma que, si quiere llegar al poder con una mayoría plural de centroderecha, tendrá que reconstruir sus relaciones con los nacionalistas vascos y catalanes, que forman parte de la realidad y no de la ficción. El PNV representa un evidente contrapunto al relato de Carles Puigdemont. Este discurso se ve condicionado por la espectacular subida en los sondeos de la ultra secesionista catalana, una bomba de relojería que ha encendido todas las alarmas en Junts.
Con independencia de lo que dure la legislatura española, el actual PNV exhibe sin complejos al fondo del escenario una gran bandera de Europa y se ha convertido ya en la práctica en el gran valedor de Pedro Sánchez en su momento más complejo. Sus suertes políticas van indisolublemente unidas. El presidente depende para seguir en La Moncloa de que los jeltzales le sigan respaldando, aunque no sea suficiente. Y el PNV necesita el apoyo de los socialistas para sacar adelante la reforma del Estatuto vasco.
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