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Zigor Aldama / Shanghái
Domingo, 19 de julio 2020, 11:47
La primera ola llegó de Wuhan y se controló a gran velocidad gracias a las lecciones aprendidas durante la epidemia de SARS que azotó Hong Kong en 2003. La segunda ola se importó del extranjero y fue fácilmente desactivada con el cierre de las fronteras y la exigencia de tests y cuarentenas a todos los llegados de otros países. La tercera ola que afecta ahora a la excolonia británica, sin embargo, no tiene un origen claro y, justo cuando parecía que el proceso de desescalada estaba a punto de culminar en esta ciudad de 7,5 millones de habitantes, está dejando números récord de infectados por coronavirus.
Hoy se ha rebasado por primera vez el listón del centenar de positivos confirmados y el total acumulado supera ya al de los 1.755 ciudadanos que contrajeron el SARS. Pero, más que su número, preocupa especialmente que muchos de los nuevos casos sean de origen desconocido, un hecho que dificulta trazar los casos y encontrar a tiempo a las personas que han podido estar en contacto con los infectados. Además, el contagio de tres empleados de una clínica oftalmológica -un cuarto ha dado positivo en un test preliminar- y de varios residentes en una residencia de ancianos hace temer que los brotes continúen creciendo y lo hagan entre grupos de población vulnerable.
Por eso, el Gobierno ha decidido retomar medidas que se impusieron en febrero: las mascarillas serán obligatorias en todos los lugares públicos cerrados, y la mayoría de los 180.000 funcionarios del centro financiero trabajarán desde sus casas. Según fuentes mencionadas por el diario South China Morning Post, la Administración solo ofrecerá servicios esenciales y de emergencia. «Temo que acabemos de nuevo con un confinamiento más estricto y que obliguen al cierre de los restaurantes. Si eso sucede, yo no podré volver a abrir, porque nuestra situación económica ya es crítica», comenta a este diario John Chau, propietario de un pequeño local de Tsim Sha Tsui.
No en vano, la economía de Hong Kong ya entró en recesión en el tercer trimestre del año pasado debido a las protestas anticomunistas que han sacudido la ciudad, y entre enero y marzo de este año sufrió la mayor debacle de su historia con una contracción del PIB del 8,9%. Aunque la economía china ha logrado protagonizar un vuelco en el segundo trimestre, no parece que la ciudad vaya a seguir los mismos pasos. Y la actual situación provocada por el coronavirus lo dificultará aún más. Hong Kong solo ha registrado 12 muertos por la COVID-19, pero la mitad de los fallecimientos se han producido en el último mes. El último ha sido un hombre de 94 años que sufría diferentes patologías previas.
Actualmente, unas 500 personas están recibiendo tratamiento contra el coronavirus, y la jefa del Ejecutivo, Carrie Lam, teme que sean muchos más a partir de otoño, por lo que el Gobierno está trabajando en la ampliación de los centros de cuarentena. En uno de los más importantes el objetivo es que para final de año haya disponibles 3.500 plazas. Lam ha reconocido también que la población está cansada de la situación y que eso está facilitando que se baje la guardia. Además, la delicada situación económica por la que pasan muchos dificulta la adopción de restricciones, por lo que Lam ha pedido a los propietarios de inmuebles que rebajen el alquiler para mitigar sus efectos.
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