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Ivan solo tiene 22 años, pero ya comanda una brigada de drones en el frente del Donbás. Cerca de la ciudad de Sloviansk, sus hombres ... operan todo tipo de drones para vigilar y atacar al enemigo ruso, cuyas líneas se encuentran a pocos kilómetros. Pasan muchos días escondidos en una pequeña casa, comiendo y durmiendo mal, y reconoce que hay cansancio, que la moral de la tropa ha caído con los últimos acontecimientos y que el suministro de armamento escasea. Pero preguntado por la posibilidad de ceder el territorio que ha invadido Rusia a cambio de la paz, responde sin titubear y con contundencia: «La guerra solo acabará cuando destruyamos por completo al enemigo».
Ivan sostiene que cualquier salida negociada que cercene la soberanía ucraniana no supondrá más que una pausa en la guerra. «Porque los rusos enseñan a los niños en la escuela que todos los ucranianos somos mala gente y que ellos son los buenos. De esta manera, dentro de cinco, diez o cincuenta años, volverán a intentar conquistarnos», argumenta mientras prepara proyectiles para sus drones. Muchos ucranianos, tanto militares como civiles, comparten esa opinión. «No hay que ir muy lejos para encontrar un precedente: en 2014, Putin se anexionó Crimea. No le pareció suficiente y, por eso, en 2022 trató de tomar el resto del país», añade Mariia, una administrativa de la capital, Kiev.
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Desde allí, esta semana el presidente Volodímir Zelenski ha lanzado un mensaje similar: Putin no es de fiar, por mucho que Trump sostenga lo contrario. Ivan no solo está de acuerdo, teme que una cesión ahora sirva para que el ejército ruso se rearme y corrija los errores de hace tres años. «La próxima vez no vendrán con palos, sino con armamento sofisticado contra el que poco podremos hacer. Muchos creen que Rusia ha fracasado porque ha demostrado su incapacidad para doblegar a un enemigo muy inferior, pero no es así. Los rusos se entrenan cada día como nosotros, aprenden y desarrollan tecnología», señala.
Liudmila, una joven que ha tomado las armas de forma voluntaria, es de una opinión similar. «Antes de las elecciones en Estados Unidos, Donald Trump me daba miedo. Pero ya no. Está claro que las guerras se acaban negociando, pero hay que ver en qué condiciones. Ha muerto mucha gente, y no debe ser en vano», opina, reflejando una idea muy extendida entre las tropas ucranianas. «El peligro, no obstante, está en continuar luchando, perder aún más gente, y acabar con el mismo resultado», reconoce.
La percepción que los ucranianos tienen de la guerra cambia cuanto más lejos del frente viven. Quienes habitaban las zonas ocupadas, y los ciudadanos más cercanos al frente, son más partidarios de no ceder un centímetro cuadrado de territorio. «Mi casa en Donetsk está ocupada por los rusos. Yo quiero que Ucrania recupere todo lo que Putin ha invadido para volver a casa», comenta Bogdan, un intérprete que ahora reside en Kiev y que no se habla con varios familiares porque tienen una opinión contraria a la suya.
Acompañamos a Valentina Volodymyrivna durante su evacuación de la asediada ciudad de Kupiansk, también en el Donbás. Esta septuagenaria ha resistido todo lo que ha podido, pero un misil destruyó su casa y, al final, ha cedido a la presión familiar para que se marche. Un equipo de voluntarios se juega la vida para sacarla de la localidad, objetivo constante de la artillería y de los drones rusos. «Ya viví bajo la ocupación rusa cuando tomaron la ciudad. Espero que no vuelva a caer, pero creo que la victoria de Ucrania es indispensable para dejar claro al mundo que invadir un país no es tolerable. De lo contrario, ¿qué mensaje estamos enviando?», lamenta en el centro de recepción para desplazados internos cerca de Kramatorsk. Ella encontrará refugio en el oeste del país, donde residen ahora sus hijos.
Allí la percepción es muy diferente. En Leópolis, una ciudad cercana a la frontera con Polonia, más gente muestra su hastío con el conflicto y aboga por una negociación en los términos de Trump. Las bombas caen lejos, pero el impacto socioeconómico se siente de forma parecida. Además, muchos consideran que la población del Donbás se siente más cercana a Rusia y no merece la pena luchar por ella. «Es innegable que una parte importante quiere que la gobiernen desde Moscú. Entiendo que se ponga todo en riesgo para proteger Kiev, pero ¿merece la pena arriesgar el país por quienes ni siquiera se sienten ucranianos?», se pregunta Dmytró, informático. «Si continuamos luchando sin el apoyo de Estados Unidos al final quizá no quede nada por lo que luchar, porque dudo que con el respaldo de Europa sea suficiente», sentencia.
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