Cómo un partido de ultraderecha se ha convertido en la segunda fuerza política y deja una Alemania partida en dos

El acuerdo negro-rojo (los colores distintivos de la CDU/CSU y el SPD) sumaría el 28,5% y el 16,4% de los votos reunidos por conservadores y socialdemócratas, lo que les otorga 328 escaños en un Parlamento donde la mayoría se fija a partir de 316. Enfrente de esta gran coalición la AfD lideraría la oposición después de reunir un 20,8% de las papeletas e incrementado casi once puntos su representación hasta los 152 escaños, en un ascenso sin precedentes históricos y que preocupa no solo a una parte más que notable de la sociedad germana, sino a las propias autoridades europeas.

Alternativa para Alemania fue fundada en 2013 por antiguos miembros de la CDU como una formación euroescéptica de derecha moderada y se mostraba como una fuerza crítica con las políticas de Bruselas durante la crisis del euro. El partido se presentó a las elecciones federales de 2013, en las que se quedó fuera del Bundestag tras no alcanzar por tres décimas el umbral del 5%. En 2015 se convirtió en un partido de ultraderecha, centrando su discurso en la oposición a la inmigración, el Islam y la Unión Europea. La crisis de refugiados impulsó su crecimiento y en 2017 consiguió el 12,6% de los votos en los comicios alemanes y lideró por primera vez la oposición, gracias a su tercera posición con 94 diputados, ante la gran coalición de CDU y SPD. En 2021 sufrió un ligero retroceso hasta el 10,4% de los sufragios, cayendo hasta la quinta posición.

El ascenso de la extrema derecha en las urnas alemanas ha dejado un mapa de una Alemania partida por la mitad, con un país con una polarización en aumento y que ahonda en las profundas divisiones entre el Oriente y Occidente, tres décadas después de la reunificación. AfD ganó en la mayor parte de la antigua Alemania del Este, mientras que la CDU se impuso en el resto del país. La formación de Alice Weidel superó el 35% en los Estados de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Sajonia, Turingia y Sajonia-Anhalt, todas pertenecientes a la antigua RDA. En 2017 había sido la primera fuerza únicamente en Sajonia y cuatro años después, a pesar del retroceso a nivel nacional, sumó a su casillero también Turingia, con un fuerte desempeño en la zona oriental del país.

Hasta hace una década, la ultraderecha era un fenómeno políticamente marginal, con formaciones como Unión del Pueblo Alemán (DVU) o el Partido Nacional-Demócrata Alemán (NPD) que no tenían representación a nivel federal. Mientras sobrevuela la pregunta de cómo un partido como la AfD ha llegado a convertirse en la segunda fuerza política en Alemania gracias al voto de uno de cada cinco germanos, esta formación sigue con un avance que parece imparable y no da muestras de agotamiento. Desde 2017 va aumentando las regiones donde consigue ganar, sin perder ninguno de sus feudos. El peso de la losa del pasado nazi parece cada día más liviano.