El fin de la «tregua olímpica» devuelve la presión a Macron para formar gobierno

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Francia está gobernada desde el pasado 16 de julio por un Ejecutivo en funciones, que sólo gestiona asuntos ordinarios. No hay primer ministro ya que Gabriel Attal, quien ocupaba el cargo, dimitió –dos veces, ya que Macron rechazó la primera y le pidió tiempo– tras los malos resultados en las urnas. La prensa gala especula con que se podría anunciar su sustituto a lo largo de esta semana o de la próxima, junto antes de que París vuelva a acaparar la atención mediática con la celebración de los Juegos Paralímpicos. El Elíseo, deslizan los medios, desea que el nuevo inquilino de Matignon sea «alguien que no tiene ambiciones, sobre todo para 2027», cuando están previstas las elecciones presidenciales.

La Constitución gala prohibe que el presidente ejerza más de dos mandatos consecutivos así que Macron no podría presentarse a la reelección, pero no desea a un primer ministro que le pueda hacer sombra. El Nuevo Frente Popular quiere imponer a su candidata, Lucie Castets, que actualmente trabaja como directora de Finanzas y Compras en el Ayuntamiento parisino y es cercana al Partido Socialista. Se trata de una desconocida para la mayoría de los franceses, por lo que en las últimas semanas se ha dedicado a hacer campaña en medios de comunicación, se ha reunido con asociaciones y sindicatos y ha multiplicado los contactos políticos para promocionarse.

La izquierda, que barajó antes otras opciones, exige que se acepte a su candidata al ser el bloque con más escaños (182), por delante de los macronistas y de la extrema derecha. Sin embargo, parece que Castets tiene pocas posibilidades. Macron ha rechazado inicialmente la propuesta, al considerar que no hubo ningún ganador en las pasadas elecciones. «La cuestión no es un nombre dado por un grupo político. La cuestión es qué mayoría se puede conseguir en la Asamblea para que el Gobierno de Francia pueda aprobar reformas», defendió el presidente cuando el Nuevo Frente Popular postuló a Castets. Los Juegos Olímpicos, sin embargo, lo han eclipsado todo en las últimas semanas, con el país más pendiente de cuántas medallas conseguía el nadador Léon Marchand que de poner cara a su futuro primer ministro.

A la derecha también hay candidatos para ese puesto. Tres políticos experimentados son los mejor posicionados: Xavier Bertrand, actual presidente de la región de Altos de Francia, Gérard Larcher, al frente del Senado, y Michel Barnier, excomisario europeo y exnegociador jefe de la Unión Europea para el Brexit. El primero, que ejerció como ministro durante la presidencia de Nicolas Sarkozy, es el que más apoyos cuenta tanto entre los conservadores como en el centro. «Es un político muy competente» y podría «servir enormemente a Francia», valoró el titular de Interior del Gobierno saliente, Gérald Darmanin, que se sitúa en el ala derechista del macronismo.

Otro exministro del Interior, Bernard Cazeneuve, también suena como posible primer ministro. Macron le conoce bien porque ambos formaron parte del Ejecutivo del socialista François Hollande y, además, ofrece un perfil moderado y es un político respetado en Francia, ya que le tocó gestionar la ola de atentados yihadistas que sufrió el país. En 2022 abandonó el Partido Socialista, tras el acuerdo de esta formación con La Francia Insumisa –el grupo de extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon– para formar una alianza de siglas progresistas.

A pesar de las numerosas especulaciones sobre la persona que se pondrá al frente del nuevo Gobierno, Macron es quien tiene las llaves de Matignon. Según prevé el artículo 8 de la Constitución francesa, el presidente de la República nombra al nuevo primer ministro. Y, a propuesta de éste, designará a los demás miembros de su Ejecutivo. Además, no está obligado jurídicamente a tomar una decisión en un plazo de tiempo determinado, ni tampoco a tener en cuenta los equilibrios políticos en la Asamblea Nacional aunque se suele hacer cuando la mayoría parlamentaria es de un color político diferente al de quien ocupa el Elíseo. Entonces se forma lo que se conoce como Gobierno de cohabitación, una situación que se ha dado varias veces en Francia.

Tras las pasadas elecciones legislativas, la Asamblea Nacional está dividida en tres bloques ideológicos: izquierda, centroderecha y extrema derecha. Ninguno tiene mayoría absoluta –fijada en 289 diputados–, lo que dificulta la formación de un Ejecutivo. Descartado, por el momento, un gabinete de coalición liderado por la izquierda de Castets, el presidente se podría ver tentado a constituir un Gobierno de su partido, Renacimiento, con Los Republicanos, la derecha moderada. La formación de Macron posee 168 escaños y su posible aliado tiene 60.

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Un reciente sondeo de la firma demoscópica YouGov realizado para 'Le Huffington Post France' revela que sólo el 28% de los franceses desea que el próximo primer ministro sea de izquierdas. El 25% cree que tendría que salir de la extrema derecha, el 28% dice que «no sabe» a qué partido político debería pertenecer y al 10% le gustaría que estuviera en las filas de Los Republicanos. Solamente un 9% de los encuestados apuesta por un jefe de gobierno macronista.