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Alemania, un país de 84 millones de habitantes, vota el domingo en un momento crítico para Europa. El Viejo Continente, que pierde peso internacional y ... que asiste al auge generalizado de la ultraderecha, se ha convertido en la diana preferida de Donald Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos. Al magnate no le gusta el estado de bienestar del que tanto presumen al otro lado del Atlántico. Y ha sido en territorio germano, en plena campaña electoral, donde Washington ha escenificado su distanciamiento. Primero fue Elon Musk, el colaborador más íntimo del magnate, el que apoyó de forma explícita a Alternativa para Alemania (AfD), el partido de extrema derecha de Alice Weidel. Luego, en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente de EE UU, JD Vance, menospreció la calidad democrática de la Unión Europea (UE) por formar cordones sanitarios para aislar a los ultras. En ese inesperado contexto y con la economía en recesión, los alemanes van a las urnas con toda Europa pendiente de su decisión.
Tras cometer el pecado mortal del nazismo, Alemania asumió su penitencia tras perder la Segunda Guerra Mundial. Desde las ruinas, emergió un país fiable, sólido y puntual en el que todo funcionaba. Después de la Guerra Fría, unificó sus dos caras, la del Este y la del Oeste, y se convirtió en la locomotora industrial europea y en un imán para la inmigración. '¡Vente a Alemania, Pepe!' se tituló en España una película protagonizada por José Sacristán y Alfredo Landa en 1971. La política de consenso y el bipartidismo (conservadores y socialdemócratas) dieron estabilidad a ese progreso social y económico. Pero el domingo los ciudadanos germanos votarán en un contexto muy distinto: en plena crisis económica, con el sonido de la guerra de Ucrania retumbando cada vez más cerca, con un rechazo creciente al extranjero que ha aupado a la ultraderecha y en medio de la pérdida de confianza en los políticos.
Y no hay líder más desacreditado que el actual canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz. Las encuestas hunden al SPD hasta el 14%, su peor resultado en más de un siglo. Los demócrata-cristianos de la CDU dirigidos por Friedrich Merz rondan el 30% y se perfilan como los claros vencedores. A los socialistas también les supera la ultra AfD de Alice Weidel, que dobla el resultado de los pasados comicios y llega al 20% o 21%. Los Verdes, socios del tripartito de gobierno junto al SPD y los liberales, se mantienen en el 13% con Robert Habeck como cabeza de cartel.
A ese puzle se unen tres formaciones que tendrán que pelear por sumar el 5% y entrar en el Parlamento: La Izquierda de Jan van Aken, que se recupera tras su desplome; el FDP liberal de Christian Lindner, que se viene abajo, y los progresistas del BSW encabezados por Sahra Wagenknecht, una política de izquierdas con planteamientos xenófobos que ha perdido tirón popular. Con estos protagonistas, el habitual consenso político germano se ha polarizado y en ese caldo de cultivo crecen los extremistas: sobre todo, AfD, el partido que tiene en su filas a simpatizantes del nazismo. Alemania corre el riesgo de dar un paso atrás hacia su pecado original.
La República Federal Alemana nació en 1949 tras las bombas de la Segunda Guerra Mundial. El primer canciller, el conservador Konrad Adenauer, apostó por una Europa unida como garantía de una paz duradera. Por esa vía de estabilidad han circulado luego sucesores como el socialdemócrata Willy Brandt y los democristianos Helmut Kohl y Angela Merkel. Las coaliciones han hecho de cemento para la construcción de un país próspero. Pero el último tripartito ha saltado por los aires por las discrepancias entre Scholz y los liberales. Eso provocó este adelanto electoral y, según las encuestas, aceleró el declive del canciller. Perderá el poder tanto en el Ejecutivo como dentro del SPD. Lo más probable es que anuncie su retirada de la vida política. Los socialdemócratas quedarán en manos de Boris Pistorius, el preferido de los alemanes y el único que parece ahora con carisma para medirse en el futuro contra el gran favorito en estas elecciones, Merz.
84 millones
de habitantes suma Alemania, de los que 21 son de origen extranjero (segunda y tercera generación) y 14 han nacido fuera.
2 años
en recesión. La economía alemana se contrajo un 0,2% en 2024 y encadena así el segundo ejercicio marcado por el estancamiento.
El candidato conservador se define a sí mismo con una palabra: «Valiente». Nació en 1955 en el seno de una familia burguesa y católica. Pasó por el ejército. Le gusta la disciplina, herencia de su padre, que permaneció cuatro años como prisionero de guerra en la Georgia soviética. Merz no fue un buen alumno y repitió un curso. Eso no le impidió licenciarse y ejercer como juez. Su camino en la política también ha sido complicado. Perdió la carrera por el liderazgo de la CDU ante Angela Merkel y se refugió en el mundo empresarial, donde ha amasado una fortuna.
Le gusta acudir a las citas pilotando su avión y ha llegado a la dirección de su partido en un momento crítico: su habitual socio de coalición, el SPD, es una sombra de lo que fue y eso puede obligarle a gobernar con otro tripartito. Lo que no hará, eso ha prometido, es aliarse con la extrema derecha, pese a que ha reconocido que los últimos atentados terroristas cometidos por refugiados le acercaron a AfD.
Weidel, la peculiar líder del partido ultra, sabe que no gobernará. No es por ahora su objetivo. Pretende influir y marcar el paso a la derecha moderada. Su biografía es una paradoja: dirige un partido machista y que promueve el odio al diferente mientras vive en pareja con una mujer de Sri Lanka. Se formó en el corazón del capitalismo como economista de Goldman Sachs y ahora no oculta su afinidad por el presidente ruso, Vladímir Putin. Trabajó en otros países, como China, y hoy reclama la 'remigración' de los refugiados que acogió Alemania.
Su partido no deja de crecer y aspira a ser la segunda fuerza política tras la CDU y por delante del SPD. Con la extrema derecha al mando en Italia y Países Bajos, y en aumento tanto en el norte como en el sur del continente, las elecciones alemanas miden la magnitud de ese giro político acelerado por la injerencia en favor de AfD de Trump, Vance y Musk, dueño de la red social X, uno de los canales por los que más corren los mensajes extremistas.
De 66 años y abogado de formación con una larga trayectoria política, adelantó las elecciones por discrepancias con sus socios liberales. Los sondeos dan al socialdemócrata sólo el 14% de los sufragios. Sería el peor resultado del SPD en un siglo.
Católico y con 69 años, a este político conservador le llega su gran momento. Es el gran favorito, con el 30% de la intención de voto. En sus manos quedará la conformación de la alianza de partidos que tendrá que gobernar tras el domingo.
A la extrema derecha le costó encontrar un líder. Weidel, de 46 años y economista, conduce con su sonrisa una fuerza xenófoba y cercana a Donald Trump y Vladímir Putin. Puede superar el 20% de los votos y ser el segundo partido
Escritor y filósofo de 55 años, ha sido con Scholz ministro de Economía y vicecanciller en el gobierno de coalición. Los sondeos le dan el 13% de los sufragios, con lo que mantendría su posición y sería uno de los candidatos para las alianzas.
Este biólogo de 51 años lleva apenas unos meses al frente del partido La Izquierda. La previsión es que supere el 5% de las papeletas en los comicios, el mínimo para tener hueco en el Parlamento. El hundimiento del SPD puede favorecerle.
Los liberales, que han formado parte del Ejecutivo de Scholz, están pagando el descrédito del gabinete saliente. A Lindner, licenciado en Ciencias Políticas de 46 años, le acusan de haber provocado la ruptura de la coalición.
Licenciada en Literatura y doctora en Economía, Sahra Wagenknecht dirige un grupo hecho a su contradictoria medida: progresista, nacionalista y contrario a la inmigración. Su objetivo es superar el 5% de los votos para estar en Bundestag.
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