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Mercedes Gallego
Enviada especial a Washington D.C.
Lunes, 20 de enero 2025, 22:12
Había chispa en la calle. Desde Barack Obama no se había visto a gente tan esperanzada con un cambio político. Mohamed Nawaz votó por él las dos veces. Y por Hillary Clinton. Y por Joe Biden. Pero también por Donald Trump, el hombre que le ... ha devuelto la esperanza de que Estados Unidos vuelva a ser para sus hijos el país que le recibió a él hace cuarenta años.
«Ya no hay trabajo, mis dos hijos son ingenieros y llevan más de nueve meses buscando. No se mueve nada en este país. Los precios no paran de subir y el dinero no llega para nada. Algo tiene que cambiar», explicaba.
Y ese algo se llama Donald Trump. Nadie tiene dudas de que será un agente de cambio. El que antes de empezar haya forzado la tregua en Gaza y devuelto a los teléfonos la aplicación de TikTok le parece a Nawaz prueba de que el magnate puede devolver a Estados Unidos el brillante futuro que promete. «¿Qué iba a hacer Kamala Harris? ¿Más de lo mismo? Ella llevaba cuatro años en el Gobierno. Si tuviese mejores ideas las habría implementado».
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Este inmigrante paquistaní simplemente se daba una vuelta por los alrededores del Capital One Arena, sin aspiraciones para entrar en el recinto con capacidad para 20.000 personas, en el que se recolocó caóticamente a una parte de los 250.000 con entradas para ver en el National Mall y la avenida Pensilvania la histórica investidura. Se distinguía a los verdaderos seguidores de Trump de los curiosos casuales porque no se enojaban con el laberinto de vallas policiales que impedían incluso llegar a la cola.
Los que empezaron a hacerla a las 5.00 horas de la mañana se encontraron al entrar que no les permitían llevar ni los bolsos. Leales al presidente hasta el final, no dudaron en lanzar a una montaña de objetos personales los Louis Vuitton que algunas mujeres vestían. «Estamos aquí para apoyarle. Él es un multimillonario que no necesitaba meterse en esto y lo ha dado todo por nosotros», decía con fe ciega Patsi Larrison, una de las afortunadas al principio de la cola.
La mayoría vagaba por los alrededores sin acritud, decidida a disfrutar el ambiente de fiesta con gente afín y «a fluir con las circunstancias», decía sonriente Kiara Thora, una especialista en marketing digital de Kentucky. El sol «muy engañoso», se escudó Trump, suavizaba la temperatura polar, que este lunes llegó en Washington DC a 12 grados bajo cero, pero que se había moderado a -7º.
La investidura era una gran cumbre de seguidores de todo el país. Los extraños se abrazaban y reían juntos. Buen momento para promocionar las bebidas energéticas 'MAGA' (Make America Great Again).
El carnaval de la investidura se daba la mano con las rencillas de la campaña, según la tónica que había marcado el presidente. Las camisetas de 'Make Kamala Indian Again' (Haz que Kamala Harris vuelva a ser india de nuevo) se vendían bien, pero no tanto como las de 'It's going to take a Felon and a Hillbilly to fix this' (Va a hacer falta un convicto y un hombre de las montañas para arreglar esto).
Los evangélicos regalaban ejemplares del 'Gran Despertar Religioso' y los bares -especialmente los carnívoros- hacían el agosto con los miles de ateridos que no lograron entrar al pabellón. Nada podría desencantarlos. Trump le ha ganado al sistema y «lo bueno acaba de empezar», decía Vincent, que no quiso dar su apellido. «La próxima vez ganamos hasta en Nueva York».
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