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Un miembro del gobierno de Hong Kong es atendido después de haber sufrido un ataque con cuchillo que le cortó parte de la oreja. Reuters
Avalancha de asesinatos masivos en China: una olla a presión social que estalla a cuchilladas

Avalancha de asesinatos masivos en China: una olla a presión social que estalla a cuchilladas

Los asesinatos masivos aleatorios se han convertido en el equivalente a los tiroteos en Estados Unidos. El gigante asiático es una olla a presión que revienta así por los problemas económicos, sociales y de salud mental

Sábado, 29 de marzo 2025, 17:29

El pasado 11 de noviembre, un hombre de 62 años apellidado Fan cogió su coche, un potente SUV, y condujo hasta un estadio de la sureña ciudad china de Zhuhai en cuyos alrededores cientos de personas hacían ejercicio. Eran las 19:48 horas cuando aceleró y arremetió contra ellos con el vehículo, tratando de causar el mayor daño posible. Las consecuencias fueron trágicas: 35 muertos y 43 heridos que convierten al atropello en el peor suceso violento de la última década. Según trascendió al día siguiente, Fan estaba insatisfecho con la sentencia de divorcio que acababa de recibir y que, prácticamente, le condenada a la indigencia.

Ante un país en estado de shock, y después de las críticas por la tardanza en informar sobre el suceso, el presidente de China, Xi Jinping, prometió «castigar con dureza al criminal que ha cometido este acto de extrema violencia», al que apresaron antes de que pudiese suicidarse, y ordenó a las autoridades locales que «prevengan este tipo de sucesos».

Sin embargo, solo cinco días después, en la localidad oriental de Wuxi, un joven de 21 años se acercó al instituto de formación profesional en el que estudiaba y se lió a cuchilladas con cualquiera que se ponía a su alcance. Provocó ocho muertos y diecisiete heridos antes de que varios policías lograron reducirle. Aparentemente, el asesino estaba frustrado por el bajo salario y las condiciones de semiesclavitud que sufría en la empresa en la que estaba haciendo prácticas.

Venganza social

El gobierno chino considera que estos ataques indiscriminados, a los que califica de 'venganza social', son sucesos aislados. Pero lo cierto es que se han multiplicado en el último año y se han convertido en el equivalente a los tiroteos de Estados Unidos, una lacra que los dirigentes comunistas siempre han señalado como reflejo de la decadencia de la superpotencia americana. No en vano, en 2024 se ha registrado casi medio centenar de ataques aleatorios. El último, el pasado 19 de noviembre, fue otro atropello frente a una guardería que, afortunadamente, se saldó sin víctimas mortales.

Un conductor dejó 35 muertos en Zhuhai en el peor asesinato masivo de China una década. Reuters

Algunos casos han provocado incluso un conflicto diplomático. El 18 de septiembre, un niño japonés estaba a punto de entrar al colegio en Shenzhen, la ciudad más puntera de China, cuando un desconocido se acercó y lo mató a puñaladas. Desde Tokio se achacó el asesinato a la xenofobia oficial del gobierno chino, que en su impulso del nacionalismo siempre arremete contra el país nipón. A eso apuntaba el hecho de que ese día se conmemoraba el incidente que llevó a la ocupación japonesa de la región de Manchuria en la década de 1930.

Además, solo unos meses antes, una madre japonesa y su hijo habían sido atacados, también con un cuchillo, cuando esperaban al autobús en Suzhou. Resultaron heridos de diversa gravedad, pero falleció una mujer local que trató de ayudarles. Solo unas semanas antes, cuatro profesores estadounidenses sobrevivieron a un intento de asesinato similar en un parque de Jilin. Una vez más, los analistas concluyeron que en los ataques había un elemento de odio hacia los extranjeros.

Pero es evidente que esa solo es una explicación parcial. Porque estos incidentes incluso han trascendido las fronteras del gigante asiático. El 1 de octubre, un hombre de 23 años y nacionalidad china atacó a los niños de una guardería de Zurich.

«En Europa la sociedad puede aliviar la presión manifestándose y protestando. En China, no»

¿Por qué sucede esto, y por qué cada vez lo hace de forma más frecuente? Son preguntas que muchos se hacen, tanto dentro como fuera de China. «Creo que la respuesta es compleja. Hay muchos factores que impulsan estos súbitos brotes de violencia», comenta un profesor de Sociología de la Universidad de Fudan, en Shanghái, que prefiere mantenerse en el anonimato porque «es un tema muy espinoso, con ramificaciones políticas».

No en vano, lo primero que el académico señala es una diferencia importante entre los sistemas de China y de las democracias liberales. «En Europa, por ejemplo, la sociedad tiene multitud de vías para aliviar la presión que puede surgir en momentos de crisis. Se pueden manifestar, protestar, e incluso inmiscuir en los procesos de decisión política para solucionar lo que les frustra. En China, sin embargo, todo eso está vetado o muy restringido. Es una de las razones por las que el malestar crece hasta que explota», señala.

Factores sociales

Pero eso es solo una parte de la explicación. «La tensión ha aumentado por factores que no son políticos: estamos en una crisis económica que se nota sobre todo en el sector inmobiliario, donde los chinos tenemos casi todos nuestros ahorros, y la presión laboral también crece. Mucha gente está al límite. A eso hay que sumar el impacto demográfico. Aquí no tenemos un colchón social como el europeo, y las prestaciones son mínimas, por lo que el peso del cuidado de padres y abuelos recae sobre jóvenes que no dan más de sí. Como para tener hijos», comenta con ironía. Además, el paro juvenil se ha disparado hasta alcanzar en torno al 20%.

Por si fuese poco, el debate sobre la salud mental todavía es tabú en muchas zonas de este país socialmente conservador. «No hace tanto que a los que tenían enfermedades mentales se les ataba en el sótano. Ahora se habla más del asunto, pero sigue siendo algo que se esconde bajo la alfombra, a pesar de que la pandemia y el cero covid han agudizado el problema. Además, hay una peligrosa escasez de tratamiento psicológico y psiquiátrico», explica el profesor.

Un acuchillamiento en el metro de Shanghái dejó tres heridos en junio. Reuters

El fenómeno de estos 'ataques de venganza social' se ha estudiado poco. En 2019, los académicos Ma Ziqi y Zhao Yunting se zambulleron en los perfiles de quienes los cometían y llegaron a la conclusión de que la mayoría se siente excluido de la sociedad y no encuentra una vía para hacerse oír o solucionar su situación. Esa desesperación lleva a que lancen su furia contra cualquiera, de forma aleatoria. A menudo contra los más indefensos: se han producido numerosos ataques contra guarderías y escuelas de primaria.

Crisis personales

Sin válvula de escape, la olla a presión explota. «En comparación con los tiroteos en Estados Unidos y su población, lo nuestro son casos aislados. Pero como tenemos 1.400 millones de habitantes, pueden darse de forma más frecuente. En cualquier caso, la china sigue siendo una sociedad segura», sentencia el académico de Shanghái, preocupado, eso sí, por la posibilidad de que los sucesos se produzcan cada vez más a menudo.

0,46 homicidios

por cada cien mil habitantes es la tasa de criminalidad de China. En comparación, la de España alcanza 0,68, la de Estados Unidos se dispara a 6,38 y el máximo lo marca México con 26,11.

En opinión de Xiang Biao, director del Instituto para la Antropología Social del Max Planck Institute, uno de los principales problemas reside en que «la población china ha olvidado cómo afrontar crisis personales». Xiang subrayó en declaraciones al diario suizo NZZ que la definición de éxito en el país está demasiado encorsetada: sacar buenas notas, hacer mucho dinero, casarse, comprar una casa y tener hijos. «Esta ecuación es muy frágil. Si el matrimonio se rompe, por ejemplo, la gente pierde su dinero y estatus social», sostiene.

Quizá por eso, algunos gobiernos regionales están proponiendo la monitorización de personas susceptibles de acabar cometiendo estos crímenes, lo cual incluiría a divorciados, desempleados o personas sin una vida estable. Muchos expertos critican que la solución planteada sea siempre punitiva, la amenaza del castigo, y que tiene poco efecto en personas que han perdido toda esperanza en la vida. Mientras tanto, no se abordan las raíces sociales del problema.

«Por lo menos, en China no tenemos armas de fuego»

Ante el incremento de los ataques con cuchillo, China decidió hace unos años introducir un registro obligatorio de estas armas blancas, que en muchos restaurantes incluso se guardan encadenadas para que no puedan ser retiradas por cualquiera. «Por lo menos, en China no tenemos armas de fuego», comenta un internauta que compara los últimos sucesos con los que se producen en Estados Unidos. Y tiene razón: el uso de armas de fuego en el gigante asiático es residual, y muchas veces esos crímenes se cometen con las de producción casera. «China se ha convertido en uno de los países más seguros del mundo y con una de las tasas de violencia por arma de fuego más bajas», destacaba la delegación del país en las Naciones Unidas. La tasa de homicidios es de 0,46 por cada 100.000 habitantes, mientras que en España es ligeramente superior –0,68– y en Estados Unidos esa variable se dispara hasta alcanzar los 6,38. México lidera el ranking con 26,11.

«El objetivo no debería ser condenar a muerte a quienes perpetran estos atroces crímenes, el objetivo debería ser evitarlos. En la superficie, nuestro país aparenta estabilidad y tranquilidad, pero bajo esa careta hay muchas turbulencias», escribía una usuaria de la red social Weibo, en respuesta a la información sobre el suceso de Zhuhai. «Es más barato ejecutar a criminales que hacer planes de salud mental para evitar que los haya», le respondía otro internauta, que también denunciaba la falta de información sobre estos casos en los medios de comunicación, que reducen su importancia. «Creen que lo que no se ve no existe, pero es tan grande que no se puede tapar».

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