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Ahmed al Sharaa, el presidente bajo sospecha
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La conversión del líder yihadista sirio en un estadista prodemócrata todavía levanta suspicaciasAhmed al Sharaa suele comenzar sus parlamentos invocando a Dios y, más allá de alguna tímida sonrisa, no suele abandonar el característico gesto circunspecto durante ... toda la intervención. En las escasas entrevistas que ha concedido, el nuevo presidente de Siria no revela ningún estado de ánimo, responde con inalterable calma y cierta ambigüedad a todas las cuestiones y envía un mensaje de confianza en su gestión. El hombre fuerte de Damasco parece la antítesis de Bashar al Asad, el predecesor, afable y cosmopolita. Pero, tal vez, como el alauita, tenga una doble cara. Es pronto para saber si es el estadista escrupuloso que dice ser o un monstruo como el anterior dictador.
Siria es un país poliédrico en el que se hallan representados casi todos los pueblos y confesiones de Oriente Medio. La biografía de su jefe de Estado desde el pasado 29 de enero también presenta una sorprendente diversidad. Estados Unidos ofrecía 10 millones de dólares por cualquier información que propiciara su captura. El gobierno de Biden retiró la suculenta recompensa en diciembre de 2024, justo en los prolegómenos de la ofensiva final que acabó con seis décadas de tiranía.
El elevado precio de su cabeza se correspondía con el carácter de 'terrorista global' que le habían concedido. Porque el aparente calmado y reflexivo al-Sharaa, de 43 años, fue un joven exaltado, tal y como él mismo ha reconocido a los periodistas. Hijo de un ingeniero y político nacionalista árabe, nacido en Riad y crecido en Damasco, se unió a la resistencia iraquí cuando el país fue invadido por las tropas norteamericanas. Abu Mohamed Golani, su sobrenombre bélico, alude al origen familiar en los Altos ocupados por Israel.
Su radicalización, común a otros jóvenes de su generación, lo condujo a las filas de Al Qaeda y, aunque lo niega, se le atribuye la condición de estrecho colaborador de Abu Musad al Zarqaui, líder de la organización. Capturado por las fuerzas ocupantes, permaneció prisionero durante cinco años en los que fue conducido por varias cárceles, incluida la ominosa de Abu Ghraib. Según explica, fue liberado en 2012 sólo dos días antes de que estallara la Primavera Siria.
Los islamistas han acudido a todas las insurrecciones populares y se han aprovechado de sus recursos y el caos originado. En este caso, Abu Bakr Al Baghdadi le encomendó crear la rama local de Al Qaeda, denominada Frente Al-Nusra, iniciativa que pronto dio lugar a una de las guerrillas más poderosas del tortuoso conflicto. Poco después, su mentor declaró la autonomía del Estado Islámico o Daesh y su conversión en califato, lo que suponía un afán por dominar el mundo musulmán.
La deriva que ha conducido al guerrillero hasta la presidencia comenzó poco después de esta división. Ahora bien, la ruptura no se produjo por divergencias ideológicas, sino meramente tácticas y, quizás, personales. El sirio rechazó la pretensión de convertir su organización en un apéndice más del Daesh y proclamó su compromiso con Al Qaeda. Esta decisión supuso una declaración de guerra al Estado Islámico. Pero su aparente afán por gozar de libertad no quedó ahí y en 2016 también se segregó oficialmente de Al Qaeda, dando lugar a nuevos enfrentamientos.
La creación de una fuerza islamista nacional e independiente parecía el objetivo de al-Sharaa. Tras obtener la validación de las grandes, las combatía y se reforzaba con grupos locales, estrategia que desembocó en la formación de Hayat Tahrir al Sham (HTS), alianza que se hizo con la provincia noroccidental de Idlib en 2017 y que dirigía bajo su condición de emir. A lo largo de los últimos siete años, este territorio, habitado por unos 4 millones de sirios, ha vivido bajo el control del Gobierno de Salvación Nacional, entidad impulsada por la milicia detentadora del poder.
La historia de ese experimento nos puede proporcionar las claves del futuro inmediato. En su haber cuentan con la experiencia de una buena Administración y la implementación de servicios, incluso de cierto desarrollo económico en el contexto de un país destruido. Pero no todas las valoraciones son positivas. También se le achaca una política autoritaria y rigorista que, al parecer, se ha relajado en los últimos dos años.
La llegada a Damasco ha cambiado sensiblemente la percepción que existía en torno al Sharaa. Occidente parece creer la voluntad expresada de conducir la república hacia elecciones democráticas tras asentar las instituciones públicas. El presidente interino ha manifestado su intención de convocar una conferencia nacional de diálogo con todas las partes y poner en marcha un consejo legislativo del que se extraiga el comité de expertos que redacte la nueva Constitución. Además, el dirigente ha ordenado la disolución de todas las milicias, un paso esencial para garantizar el marco de paz y seguridad que impida que Siria se convierta en una nueva Libia.
El dirigente está llevando a cabo una intensa labor diplomática para exponer su hoja de ruta y sumar apoyos, tanto en Turquía como en el entorno árabe. Falta su recibimiento en las grandes cancillerías, lo que supondría el respaldo definitivo al nuevo régimen. Persisten las reticencias. Quizás, aún, se sospeche que el cambio de 'look' no sea definitivo, y que bajo su imagen serena y atildada, con traje y corbata, persista el guerrillero yihadista tocado con la kufiya que guarda un discurso totalitario.
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