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Poderío canario

Sábado, 26 de noviembre 2011, 00:00

Crisis aparte, una de las cuestiones que más marcó la campaña electoral en Canarias fue el intento de unos y otros, unos más que otros, de arrogarse la condición de ser la voz de canaria en Madrid.

Los nacionalistas, con el aval de la historia, la reciente, porque no es mucha la del nacionalismo canario con representación en las Cortes, insistieron hasta la saciedad que sólo ellos eran la garantía de que las demandas isleñas se harían oír por boca de sus representantes.

Los conservadores, fundamentalmente a través de su número uno por las Islas, proclamaron que esta vez sí serían ellos los que representasen con solvencia los intereses de esta comunidad en Madrid.

Los resultados están ahí. Todos los conocen. Y en democracia, como le tocó reconocer a Zapatero esta misma semana, los ciudadanos siempre aciertan. La victoria del PP fue abrumadora. A los datos hay que remitirse porque esas son las reglas del juego. Otra cosa es si ésta fue más fácil por la clamorosa debacle socialista. Pero, por una cosa va otra, lo cierto es que el triunfo popular fue atronadoramente popular. Y más aún en Canarias, donde el PP impuso su dominio claro, salvo en cinco pequeños, en todos los municipios.

El reboso popular en las Islas, donde hasta ahora se decía que la ola del Estado acostumbraba a llegar una hora más tarde, fue histórico y de paso dejó mar de fondo en unos adversarios que han quedado muy debilitados.

Pero hay más, el PP canario, con los datos en la mano, se ha erigido, como nunca antes, en un valor contable ante los rectores nacionales. Canarias ha sido un granero de votos relevante. La comunidad canaria aportó al crecimiento del Partido Popular en todo el Estado algo más del 17%, cuando el Archipiélago apenas significa en torno al 4% del censo electoral. Evidente demostración de poderío, pues.

Mientras tanto, los nacionalistas isleños, «unidos por Canarias», como rezaba su lema, sufrieron un revés del que no los libró ni siquiera el coyuntural encuentro entre los enemigos íntimos. Fueron la candidatura nacionalista que más apoyo perdió en todo el Estado.

Y hablando de caldero de votos, en Las Palmas de Gran Canaria, la principal ciudad del Archipiélago, juntos como hermanos, apenas picaron los 11.014 votos, frente a los 90.946 del PP; y en Santa Cruz de Tenerife, que fuera joya de la corona, se quedaron en 15.948, casi 10.000 menos que en los anteriores comicios. Es decir, que la voz canaria se ha quedado en un hilito.

Pretender justificar el varapalo con el manido argumento de que se falló en la comunicación no es más que un ejercicio de autocomplacencia que pretende ocultar razones mucho más serias, que hablan de la necesidad de reconducir un proyecto que al decir de muchos se ha convertido en un sindicato de intereses, por cuanto ha primado el coyunturalismo, el mercachifleo y la indefinición y que ha olvidado que, aunque parezca mentira, para lograr votos también hay que llevar ideas y propuestas de futuro a todos los rincones de las Islas, incluso en estos tiempos en que el dictado de lo económico se acepta sin más debate y los números lo eclipsan todo.

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