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Viernes, 4 de mayo 2007, 00:34
Francia. Ségolène Royal. Firme, transgresora, utópica, arriesgada y atrevida. Instalada en un discurso capaz de levantar pasiones por su implicación política en la defensa del sistema de garantías sociales.
Un discurso novedoso con el que se sienten identificadas las mujeres maltratadas, los parados, perceptores de salarios mínimos y pensionistas. Poco madura para presidir una República tan basta como la francesa, pero con arrestos suficientes para enfrentarse en un plató de TV al todopoderoso Zarkozy. Ségolène, con un nivel insuperable para una mujer de su tiempo que quiere estar a la altura de las circunstancias y en primera línea de los avatares de su país. Ella fue ayer la imagen de Francia.
España. Isabel Pantoja. Viuda de un torero, madre de Paquirrín José, un joven sin profesión conocida pero con una nube de periodistas que lo escoltan porque quieren saber qué hace. Ella, la «viuda de España», amante de un ex alcalde corrupto, buena tonadillera, capaz de arrancar emociones con sus canciones. Mal llevada, malcriada con la prensa, mujer acosada por los rumores que inundan la parrilla televisiva. Representa a la España torera, la de la pandereta y las castañuelas. Ella, es ahora la protagonista de las páginas de los mejores diarios españoles, detenida y arrojada a un calabozo por otro juez estrella, de los muchos que cultivamos en esta España cañí. Detenida a las 11.00 horas de la noche, para evitar su fuga apresurada, y después de que, casualmente, Zapatero pasara por la comisaría donde estaba previsto durmiese esa noche.
Mientras los franceses se deleitaban con el debate entre Zarkozy y Ségolène, en España Zapatero bajaba a Marbella para detener a la folclórica y los españoles nos entreteníamos con las retransmisiones en directo desde los juzgados, donde sólo falta el botijo, las sardinillas fritas y los farolillos de la feria de abril. Pocas veces se siente vergüenza por vivir en un país como este. Ayer fue uno de esos días en los que renunciaría a la nacionalidad, dejaría de votar y renegaría del sistema judicial español y sus métodos tan dados a la pandereta y las castañuelas.
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