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"Es cierto que perdí mucho dinero por ser quien soy"

"Es cierto que perdí mucho dinero por ser quien soy"

Domingo, 22 de mayo 2016, 01:03

En los primeros días de junio se inaugura la nueva oferta museística de la Casa Condal. ¿Qué va a encontrar el visitante?

En primer lugar es de justicia señalar que el artífice de eso no he sido yo, sino mi hijo Fernando. La Casa Condal ya es de por sí muy bonita... Recuerdo un día en que llevé a César Manrique y no paraba de decir:

"Cuiden esto, que es una joya". El edificio es del siglo XVIII y la iglesia está hecha por un antepasado nuestro, que era el dueño de la finca de Juan Grande, y que hizo la iglesia precisamente porque las más cercanas estaban en San Bartolomé de Tirajana y otra en Agüimes, cuando lo cierto es que en aquella zona vivía y trabajaba mucha gente. Más tarde se hizo la casa y el último que vivió allí fue mi bisabuelo, que iba en el coche de caballos y tardaba mucho en llegar, porque hacía un cambio de caballos en Agüimes. Hemos restaurado tanto la casa como la iglesia, que están acondicionados como lugar para celebrar eventos. Lo que se inaugura ahora yo no creo que sea un museo entendido como un edificio para mostrar objetos antiguos, sino algo diferente. El visitante podrá ver la iglesia; en la sacristía mostraremos casullas antiguas; se podrá visitar la bodega con los vinos de la casa, y ya luego en cada habitación mostramos una parte de la historia de Canarias vinculada a cada uno de nuestros antepasados.

Y cuando se llega al noveno conde, que es usted, ¿qué se cuenta en esa nueva instalación en la Casa Condal?

[Sonrisas]. La historia esa la conocerá usted... [Sonrisas].

...Supongo que la historia del turismo en Gran Canaria.

Exactamente. Lo que ofrecerá la Casa Condal es algo didáctico, tanto para el turista como para el propio canario, para los colegios, etcétera.

¿Servirá esto para reivindicar el papel que ha jugado su familia y en concreto usted en el turismo?

Creo que sí.

¿Había en ese sentido una asignatura pendiente de la sociedad grancanaria con su familia, en cuanto a ese reconocimiento?

Bueno... yo creo que eso ya se ha reconocido y a mí en concreto por supuesto, porque me han hecho todos los reconocimientos... mucho más de lo que nunca pude pensar: desde hijo predilecto de Las Palmas de Gran Canaria, hijo adoptivo de San Bartolomé de Tirajana, hijo predilecto de Gran Canaria... Le digo una cosa: ya casi me da vergüenza. Lo cierto es que estoy muy agradecido. La realidad es que lo del turismo tampoco fue mía exactamente; fue de mi familia. A mí me tocó ser el ejecutor de la idea. ¿Lo hice bien o lo hice mal? No lo sé. Muchas cosas me pesan ahora pero lo cierto es que se creó una riqueza importante para toda la isla.

¿Pero llegó en aquellos años, hace medio siglo, a pensar hasta dónde podría llegar el turismo en el sur de Gran Canaria?

Nunca. En primer lugar porque se hizo en una tierra donde ni había luz, ni llegaba el agua, ni había nada. Empezamos en San Agustín porque llegaba la carretera y era lo primero que se veía. Recuerdo que fui a Unelco a hablar con el presidente de aquella época para la luz y me dijo pasados quince días que había que pagar 60 millones de pesetas, y le dije que para eso poníamos la luz nosotros: recuerdo que compramos un grupo electrógeno para lo primero que se hizo, que fueron los bungalós Los Caracoles y La Rotonda.

Después llegaron los suecos con lo que se llamaba Nueva Suecia... así empezamos, pero le insisto que nunca pensamos que se iba a llegar a tanto. Vendimos lo de San Agustín y pensamos: ¿dónde vamos ahora?

Y fuimos al Oasis, y así nació el hotel. Más tarde fuimos a Playa del Inglés y yo pensaba que allí era imposible vender nada, y lo cierto es que hicimos unos chalecitos y antes de acabarlo ya estábamos vendiendo todo por la demanda que había.

De todo lo que hizo en esos inicios del turismo, ¿qué es lo que recuerda con más orgullo, aquello de lo que se siente más satisfecho?

Para mí fue el Hotel Oasis. Le voy a decir una cosa: me da pena que lo tiren. Parece que la gente no quiere que se vea nada de lo que hicimos nosotros, y de eso el Ayuntamiento tiene la culpa. La Rotonda, por ejemplo, era un edificio que se debía haber mantenido porque era curioso y allí se celebró la fiesta de inauguración de Maspalomas como zona turística, y de la noche a la mañana lo tiraron. Lo mismo pasó con el restaurante El Abanico, hecho por Manolo de la Peña; o la iglesia del poblado de San Fernando de Maspalomas, y el propio poblado era una monada. El alcalde de aquella época, que era el señor Araña del Toro, dio autorización para hacer cualquier cosa, y acabaron haciendo edificios que parecían favelas. Cuando entró el señor Araña del Toro, no colaboró con nosotros como debería.

Con el Hotel Oasis, si dependiese de usted de la decisión sobre el futuro, ¿qué haría?

Yo vaciaría el hotel dejando toda la fachada y reformaría todo el interior. Es además lo más fácil porque es una estructura metálica. Al principio hice unas declaraciones diciendo que me daba pena pero no me hicieron caso y ya pues no digo nada.

¿Cree que le habrían hecho más caso en esa y otras cosas si no fuera el conde de la Vega Grande? ¿El título ha jugado en contra de sus intereses y los de su familia?

Pues yo creo que sí.

¿Esta es una sociedad poco noble? Quiero decir: ¿está mal vista la nobleza en Canarias?

Estará mal vista para unos pero lo cierto es que yo nací donde nací y también es cierto que he perdido mucho dinero por ser quien soy. En primer lugar porque no he sido ambicioso y lo primero que hemos tratado es ayudar a la gente, y mucha gente se ha hecho rica con nosotros. Así de claro. Yo ayudé bastante, yo daba muchas facilidades a gente que venía a comprar un solar o a lo que fuera. Mi principal satisfacción es que he ayudado a vivir a mucha gente, a gente que eran aparceros, que nos compraban un solar para vivir...

Llegamos a tener 5.000 empleados, porque teníamos hostelería, construcción, Cementos Especiales... Y cuando muchas de esas empresas fueron a la suspensión de pagos, lo que dije es que lo arreglásemos todo con los bancos para que ninguna persona se quedase sin cobrar, y así lo hicimos. Mi satisfacción es que salgo por la calle y me encuentro con empleados que me dicen: ‘Don Alejandro, ¿se acuerda de mí? Pues yo me acuerdo de haber trabajado con usted’. Esa es una satisfacción muy grande.

Eso ayuda a que uno duerma tranquilo por la noche.

Exactamente. En la vida el dinero no es lo principal. Hay otras cosas que son más importantes.

Con todo lo que ha hecho en la vida, ¿qué proyectos le quedan por realizar?

No, ya no me queda nada que hacer. Estoy preparado para la muerte. Fíjese qué curioso: me dicen que mañana muero y no me importa.

Pero esas cosas no se piensan.

Pues lo pienso.

Me pone entonces la siguiente pregunta muy fácil: ¿cómo le gustaría que le recordasen?

Como buena persona. Me gustaría que dijesen: ‘Qué buena persona fue Alejandro’. Nada más.

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