El miedo humano del subcampeón olímpico Iván García

Aunque encaramado en la plataforma da la impresión de ser invulnerable con su elasticidad de gato y su vuelo elegante de libélula, el subcampeón olímpico de clavados Iván García es un héroe de carne y hueso que a veces se muere de miedo. "Cuando estoy a 10 metros de altura, me acompaña el susto de golpearme con la plataforma como le pasó al estadounidense Greg Louganis antes de que yo naciera; mis saltos son de alto grado de dificultad y hace dos años en un entrenamiento ya me pegué y caí de cara en el agua", cuenta García en entrevista a Efe. Iván es una de las figuras principales de la delegación mexicana de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Junto a Germán Sánchez ganó en Londres 2012 plata en los saltos sincronizados desde la plataforma y ahora es candidato a estar en el podio en la prueba por parejas, además de que será contendiente de fuerza en el concurso individual. A los 22 años, el clavadista originario de Guadalajara, occidente mexicano, llegará a Río con mucha maestría, luego de un buen ciclo olímpico, con una luminosa temporada 2015 en la que ganó el título individual de los Juegos Panamericanos y la medalla de plata de sincronizados en los Mundiales de Kazán, Rusia. "He entrenado duro, con centenares de repeticiones de mis saltos más complejos y llegaré en buena forma a Río; en sincronizados Germán y yo estamos entre los cinco favoritos y en individuales el reto será aún más duro, aunque llego después de haber terminado cuarto en los Mundiales del año pasado", señala. Sentado a un costado de la alberca al aire libre donde se entrena, en Guadalajara, Iván reconoce que es mejor deportista que hace cuatro años en Londres porque posee más experiencia y autoestima, pero a diferencia de entonces sus dos rodillas a veces duelen y ya pasaron por una cirugía. El concurso olímpico de saltos transcurrirá en la primera semana de los Juegos en una piscina al aire libre similar a la que le sirve de entrenamiento en Guadalajara a los medallistas de plata del 2012. "Hemos trabajado con sol, con aire, con lluvia. Hay que estar preparado y en eso tenemos ventaja sobre los europeos porque casi todas las albercas allá son bajo techo. Esta vez el clima influirá en los rendimientos y debemos estar listos para todo", asegura. Justo porque el aire o la lluvia pueden cambiar las cosas, en Río Iván y Germán excluirán de su programa el clavado más difícil, 4,5 vueltas adentro, sin embargo aún sin ese salto presentarán una lista de elevada complejidad. "Si lo quitamos no quiere decir que bajamos los brazos, la idea es ejecutar bien los demás saltos, también de mucha dificultad, y acomodar los clavados en el orden correcto. En individuales yo sí voy a hacer el 4,5 y espero marcar diferencia a mi favor con una buena ejecución", explica. Iván es un clavadista precoz; a los 17 años ganó el bronce en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Singapur y apenas dos años más tarde cumplió el sueño de todo deportista, una presea olímpica. "La clave ha sido el trabajo, han sido años de sacrificio, pero por encima de todo sigo disfrutando el acto de lanzarme al agua; en los últimos tiempos el nivel subió y eso me gusta", comenta. Incapaz de quedarse tranquilo y a veces despistado, Iván suele llevar un equipo de música a los entrenamientos y cuando sube a la plataforma parece el hombre más seguro del mundo, confiado en los movimientos al ritmo de las canciones. Es una verdad a medias. En su interior allá arriba se despierta un miedo humano lleno de vitalidad que el saltador ha adoptado como un compañero de viaje. "La parte de más soledad es cuando subo la escalera hasta los 10 metros. Para olvidarme de la tensión, en esos segundos hablo con mi pequeña toalla, un trapo de gamuza todo deshilachado", cuenta dando a entender que es humano sentir miedo y también cargar amuletos para ahuyentarlo.