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"Cinchas, cargadores y el cetme"

"Cinchas, cargadores y el cetme"

Miércoles, 23 de febrero 2011, 15:07

Eudaldo Gómez de Salazar y Chicho Mayoral eran en 1981 dos jóvenes canarios que cumplían el servicio militar en Madrid. Amigos desde los 14, pasaron la tarde del 23-F junto al Congreso, de paisano y con una cámara de fotos... hasta que se dieron cuenta de que ellos no debían estar allí.

Año 1980, dos jóvenes amigos deciden presentarse voluntarios al cuartel, que entonces era obligatorio. Eudaldo Gómez de Salazar elige el Ejército del Aire, porque así se queda en Gran Canaria. Pero al mes de estar en la Base de Gando le aparece un tumor en una axila y termina en Madrid. «En el hospital militar de aquí no daban con lo que era y me mandaron al Hospital del Aire en Arturo Soria».

Se curó, pero antes pasó nueve meses en Madrid, hospitalizado en unas condiciones bastante flexibles para un soldado. Prácticamente le habían desahuciado y quizás por esta razón, lo dejaban entrar y salir de paisano.

Su amigo Chicho cumple el servicio militar también en Madrid, en uno de los cuarteles del Paseo de Extremadura.

Ese lunes por la tarde, Eudaldo da un paseo de paisano. Compra el Diario 16 en Recoletos y se entera de «que hay tiros en el Congreso».

Llama a su colega y quedan. Hacen fotos y pasan un tiempo por los alrededores del hemiciclo hasta que: «Nos acojonamos, como militares no podíamos estar en una manifestación», afirma Mayoral, «él tenía que estar en el hospital y yo, en el cuartel».

Al rato los amigos se despiden con un abrazo: «Que sea lo que Dios quiere», se dicen con dramatismo. «No había móviles, no sabíamos qué iba a ocurrir, estábamos ilocalizables».

Mayoral llega por fin a su cuartel: «El sargento me puso la cinchas, los cargadores, el Cetme (fúsil)». En el Paseo de Extremadura hay una veintena de cuarteles en ese momento y cada uno tiene su propio mando.

«Nuestras órdenes era defender nuestro cuartel, no sabíamos qué iban a hacer los otros, si alguien empezaba a disparar se montaba. Pasamos la noche en vela. Chiquillos de 18 a 20 años nos preguntábamos los unos a los otros si íbamos a disparar». Pasaron tres días acuartelados.

Enfermos a formar, ¿están locos?

Después de pasar unas horas junto al Congreso, que todavía está secuestrado por Tejero, Eudaldo Gómez de Salazar se despide de su amigo Chicho Mayoral y se dirige al Hospital del Aire en la calle Arturo Soria, donde cumplía el servicio militar porque estaba enfermo.

Madrid está vacío. Coge el metro a Ciudad Lineal. Al llegar al hospital, la policía militar que está en la puerta le franquea el paso. Sube a la planta nueve, donde está la tropa.

«Les habían quitado las radios a todos. Allí estaban los enfermos, los heridos en las maniobras ... No sabían nada, les cuento que parece que hay un golpe de Estado. Un cabo primero de Pamplona que había allí fue a reclamar las radios. Vino la Policía Militar y ordenó que formáramos. ¡Había gente en silla de ruedas, en la cama! Le dije que si estaban locos, yo no tenía nada que perder» (en ese momento Eudaldo estaba desahuciado por los médicos). Así lograron que les devolvieran las radios. «Pasamos la noche despiertos en una sala que llamábamos el salón piloto, que era donde hacíamos espiritismo, nos reuníamos. La policía militar venía cada rato. A la mañana siguiente no había periódicos en la cantina y no nos dejaron salir en todo el día».

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