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Castillo de naipes

Sábado, 11 de octubre 2008, 00:36

Erase una vez un mundo feliz en el que los pájaros cantaban, el sol brillaba y las abejas saltaban de flor en flor. El planeta -me refiero al rico, por supuesto- giraba complacido, convencido de que cada día engordaban más y más sus bolsillos sin nubarrones a la vista. Y en el paraíso, España dormía a pierna suelta, entre algodones con el símbolo del euro bordado que le proporcionaba el poderoso negocio del ladrillo. De esto hace sólo un año. ¡Qué lejos queda el espejismo!

En octubre de 2007, algunos hablaban de «reajuste» económico, pocos de «parón» y nadie de «recesión». La mayoría de los ciudadanos del mundo desarrollado seguía viviendo el sueño del becerro de oro sin el menor indicio de descalabro. Las preocupaciones económicas se centraban entonces en el aumento del precio de los alimentos y del Euribor, porque aquello de las hipoteca sub prime sonaba a chino cantonés, un problema exclusivo de EEUU que aquí ni se olería.

Pero el tufo empezó a llegar. La economía global, antes «oportunidad de negocio» y gurú de un mundo moderno, se convirtió entonces en un boomerang que iba minando cimientos de forma silenciosa. Zapatero y Solbes lo negaban mientras el virus se iba comiendo carta a carta el castillo de naipes sobre el que vivían los países más avanzados.

Y, como de repente, todo se derrumbó. Los bancos no daban créditos porque no tenían liquidez, las autoridades financieras no abarataban el coste del dinero para no subir la inflación, el precio del petróleo se disparaba por la demanda mundial, las promotoras se empezaban a comer los pisos, el sueldo no daba para llegar a fin de mes, el consumo caía al mínimo...La bola de nieve seguía creciendo día a día aunque algunos no quisieran enterarse. Pero se enteraron. Primero fueron constructoras en quiebra con deudas multimillonarias a las que el Estado no podía ayudar. Después llegaron líneas aéreas y los fabricantes de coches con duros planes de ajuste que dejaban a miles de trabajadores en la calle. Ahora son bancos europeos de los de toda la vida que anuncian quiebras por filiales que prestaron dinero a entidades de EEUU. La enfermedad es ya una realidad tan grave que no existen manuales económicos para diagnosticarla. Hay que reescribirlos.

Eso precisamente es lo que tratan de hacer ahora a toda prisa los políticos. De la inacción han pasado en sólo dos semanas a adoptar decisiones históricas. Al plan de rescate de Bush, han seguido las intervenciones estatales en Alemania, Bélgica y Francia para salvar a bancos. De la noche a la mañana, una lluvia de millones públicos trata de dar liquidez a entidades financieras y empresas. Se incrementa hasta los 100.000 euros el importe que cubre el fondo de garantía bancario. Se busca tranquilidad pero, visto desde las cenizas del castillo, da miedo, el pánico que inunda estos días las bolsas.

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