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Alejandro Reino, el artista que mira al futuro

Alejandro Reino, el artista que mira al futuro

El pintor grancanario, que acaba de cumplir 80 años y se declara un fanático «de la vida», expone una colección de retratos realizados en las últimas tres décadas en la Fundación Mapfre

Sábado, 23 de mayo 2015, 20:00

Las canas que luce contradicen el espíritu de aventura y la devoción por «la vida» de Alejandro Reino (Las Palmas de Gran Canaria, 1935). El octogenario pintor continua persiguiendo el cuadro perfecto, el que le «guste», ensayando nuevas estrategias plásticas y cultivando la pincelada del dibujo clásico. Quizá porque para él «el resultado no es importante, es el hecho de hacerlo». Por eso, asegura el artista, «la vida es más importante que mi obra. Vivir es lo más importante».

Si se escucha a Alejandro Reino narrar cómo comenzó a pintar parece que lo hizo por casualidad, que un día abandonó el micrófono de Radio Atlántico y por arte de magia sabía dibujar. Puede que parte de la historia sea verdad, y tal vez por eso, porque aprendió de forma autodidacta, afirma que pintar «no es tan complicado. Lo que complica la pintura son los tiempos».

De hecho, dice, durante años ha pintado retratos de amigos o desconocidos «para hacer mano». Quizá para hacer frente a las peticiones de monarcas, presidentes o gente con alto poder adquisitivo que son los que «encargan» uno de sus retratos.

En ellos Reino pone todo su talento, que es mucho, pero no su libertad. Esa la reserva para lo que hace por el puro placer de ver hasta dónde llega su imaginación y su propia mano. Por eso junto a un último lienzo al óleo de trazo clásico se puede encontrar en su estudio una obra en papelen la que mezcla fotografía y tinta.

Reino estrenó el 2015 cumpliendo 80 años, lo que no significa que se ancle al pasado. Es más, lamenta que muchos artistas no cambien con su tiempo. «La gente se resiste a entrar en una civilización nueva y, en pintura, estamos entrando en un nuevo lenguaje. Estamos en el siglo XXI, la civilización cambia, pero hay gente que se aferra y que sigue agarrándose a lo que tuvieron. A mí lo de atrás no me interesa. Cuando me dicen que soy un antiguo les digo qué significa eso porque yo estoy en mi época sexta. Mantener el sentido de la libertad te permite hacer lo que quieras. Es una cuestión de cada uno. Que te da por pintar tablas del siglo XIV, pues hazlo si es tu gusto», replica.

Aún así, Reino ve paralelismos con el pasado. «En cierto sentido, por otro lado, estamos volviendo al siglo XVIII. Todos los grandes pintores actuales son equipos, son talleres. Ya no es el maestro que pinta y ya. Hoy son talleres con un montón de gente que fabrica unas cosas». Y pone un ejemplo, Jeff Koons y sus puppy. El problema, continua el artista que huye de las banderas dogmáticas, «es que muchos artistas se resisten a cambiar, o no saben. Estamos en una era riquísima gracias a la tecnología. Hoy puede trabajar junto un equipo con uno en Australia, otro en Estados Unidos, otro en Francia y otro en Reino Unido porque hay máquinas que lo permiten. No te puedes negar a eso, que es fantástico y maravilloso».

Además, afirma, de esa forma se podrá superar la pintura neoclásica. «La pintura del último cuarto del siglo XX fue bastante estéril, entre otras porque casi nadie conocía el oficio. Pero hoy, para utilizar las nuevas tecnologías tienes que conocerlo muy bien, ese es el cambio».

¿Y si no se comprende el cambio? Según Reino es el sino de la historia. ¿Cuándo comprendieron algo? Se pregunta. «La gente se cree que la Capilla Sixtina la pintó Miguel Ángel solo y había 80 personas trabajando con él», remata.

Se declara admirador de Caravaggio por lograr darle «solemnidad» a un mundo «turbio» que era el suyo propio. Y reconoce que sólo ha tenido «una alumna, que fue María Eugenia Márquez, que dejó la política por la pintura». En la actualidad, añade, «nadie quiere aprender de nadie», pero puede, explica «que sea mejor» y que eso brinde una oportunidad para que surja algo nuevo.

Pero también debe permanecer lo anterior, y exhibirse en un museo de Bellas Artes, como el planteado para San Martín. «Es esencial. Creo que hace falta un museo así. La mayor parte de la gente no ha visto ni un cuadro clásico pintado al óleo, no saben cómo son. Eso es muy importante porque viendo es como se aprende. Aunque no sé si habrá cuadros suficientes para explicar nuestra historia, bastante miserable por cierto, pero que la expliquen».

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