![Rincón El Vinco, un restaurante único en Gran Canaria](https://s3.ppllstatics.com/canarias7/www/multimedia/2025/02/05/1200x840-kRbB-U230770043147Ou-1200x840@Canarias7.jpg)
![Rincón El Vinco, un restaurante único en Gran Canaria](https://s3.ppllstatics.com/canarias7/www/multimedia/2025/02/05/1200x840-kRbB-U230770043147Ou-1200x840@Canarias7.jpg)
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Virginia, Miguel, Carmelo, Erika; brasas, producto y elaboraciones que se han ido incorporando a la carta a través de los años y de las experiencias son la suma que da como resultado el hecho de que permanezcan intactas en el recuerdo de todos los que las han probado y es que solo en Vinco, en la carretera a La Atalaya, 118 saben cómo en ningún otro lugar.
Sus salones que se reparten a lo largo y alto de un local en los que resulta prácticamente imposible no sentirse como en casa y aún queda que Erika o Virginia se acerquen a dar lo mejor en cada servicio, porque así lo hacen siempre.
Un local que ha sabido adecuarse al paso del tiempo y a las tendencias que no tardan en hacer suyas y que complementan a las elaboraciones de siempre, como sus habichuelas rebozadas, santo y seña de esta casa. Un bocado de extremo crujiente y sabor, envueltas en una masa de receta secreta, altamente adictivas y absolutamente inolvidables. Receta, por otro lado que se empezó a servir por excedente de producto ¡bendita casualidad!. Y, tras este plato, lo mejor aún está por llegar.
Con orgullo y con nostalgia, Miguel, chef de enorme talento, cuenta los inicios de El Vinco en el año 1986. Su suegro, Carmelo «el árabe», como todos lo conocen, decidió abrir este «rincón», con al ánimo de aplacar la crisis económica de la época. Unas botellas de ron y algo más sirvieron para ir llenando esa barra, que el amigo de la familia, Carmelo Vega retiró del también mítico local Bentayga. Aún hoy sigue siendo entrada y bienvenida del Rincón El Vinco. Impertérrita, la misma barra ha sido testigo del paso de los años, de cómo unos y otros cocineros fueron llenando la carta de este local con recetas de aquí y de allá y el respeto más absoluto al paso de cada uno de ellos sigue presente en su propuesta.
Miguel, por aquel entonces novio de Virginia, entró un día en que se necesitaba «para echar una mano tras la barra» y desde ese momento hasta hoy mismo. Aparcó otros sueños y bien despierto y bajo la persuasión de quienes venían que este muchacho tenía madera en cocina, se formó en el Hotel Escuela y en el Centro de Perfeccionamiento de Maspalomas para que hoy, la carta de El Vinco sea una auténtica joya capaz de cautivar a cualquier paladar.
Cada espacio que conforma El Vinco se ha ido haciendo a fuego lento y por las manos de la familia. Una estancia tras otra se van sucediendo y subir las escaleras o doblar cualquier esquina conforman un recorrido que deja constancia del pasado, del presente y del futuro. Hoy, un espectacular horno, última «obra de arte» de Miguel, complementa a las crepitantes brasas del local, esas que seguramente todos llevamos en la retina, con Carmelo al frente cuidando siempre del producto que ofrecen. Y si tiene la suerte de dar un paseo hacia la zona más alta y casi secreta de El Vinco, podrá descubrir una bodega mágica en la zona, donde se custodian excepcionales referencias.
Pero, si existe algo por lo que se define este local «de toda la vida» es por cada plato de su carta: elaboración, producto, ejecución y presentación sencillamente perfectas. Uno y otro ingrediente se yuxtaponen en cada plato donde la creatividad y los recuerdos más sabrosos de Miguel salen a escena, como su carpaccio donde conviven una cama de tomate fresco y natural rallado, un corte impecable de lomo de vaca, champiñones en crudo, puerro salteado, ajo y aceite picual. Una fiesta para la vista y un estímulo para el paladar. Un plato que El Vinco hace incomparable.
Sus champiñones rellenos de cordero lechal, sobre puré de batata, canela, pistachos, piñones despierta también varios sentidos a la vez y el sutil picante final, pura adrenalina para coronar un plato delicioso y rotundo y que tampoco encontraremos en ningún otro lugar.
Capítulo propio y aparte merece su ceviche, donde la intensidad del limón canario texturiza, en su justa medida, una sama roquera en la talla de corte que el plato exige. El choclo grande y tierno «como tiene que ser» cuando de un ceviche auténtico se trata, la cebolla morada, previamente tratada para que no contrarreste con su escozor al resto de ingredientes, su batata y su cilantro. Un plato que cuenta los viajes gastronómicos de Miguel y Virginia donde cada paso andado ha servido para expresar a la perfección, gastronomías de otros lugares que en El Vinco encuentran su segunda casa.
Muchas veces se ha planteado la cuestión ¿qué tratamiento recibe la cocina de grano en El Vinco para tengan esa textura?. Miguel nos da la respuesta, pruebas y estudios hasta dar con la fórmula perfecta, donde se tienen en cuenta todas las condiciones posibles y mucha práctica tras unos judiones que protagonizan el plato, sin perder su talla ni forma y que desde el primer bocado se deshacen en crema. Horas de cuidado y de fuego y es que si hay que dar respuesta a la cuestión, no es otra que destacar la intensidad y el estudio de cada ingrediente y de cada proceso con absoluta sensibilidad.
Sus brasas, esas que tras la barra de El Vinco se reproducen en la memoria de todos como un fotograma con Carmelo vigilando cada punto de cocción de manera precisa, hoy también acompañadas por un horno donde se reciben lechazos y otras piezas que se ejecutan desde el rigor imprescindible que requiere cada una de ellas. Ni tan siquiera la piel se trata de manera superficial y el resultado, como con todos los platos de su carta, resulta excepcional.
Su versión del yogur es de cata obligada al que no le faltan los frutos secos que lo ensalzan pero, hasta un sencillo buñuelo en El Vinco se convierte en una impresionante presentación.
Horas de calor y de montaje, porque tras sus puertas nada es común, mucho menos corriente, aunque se nos antoje como un local de toda la vida, porque precisamente por eso, por llevar casi 40 años abierto, con sus días y sus noches, El Vinco es un restaurante único y extraordinario, al que siempre se tienen ganas de volver, una y otra vez.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Óscar Bellot y Álex Sánchez
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