En un mercado tan volátil como el de la hostelería y en una ciudad tan viva como la capital grancanaria, que un restaurante cumpla medio siglo de vida no es solo un acto heroico, es todo un ejemplo de gestión, lealtad de la clientela y la mejor selección del producto.
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«Considero que hay dos claves: una, utilizar productos de primera calidad; nosotros por ejemplo no utilizamos en carnes ni en pescados nada congelado. Y la segunda es el servicio, otro de los grandes secretos que garantizan el éxito», declara Aníbal Santana, el propietario de El Pote. «Siempre buscamos el producto de Km0, y si no acudimos a mercados consolidados como el pescado y mariscos de Galicia o carnes de León y de Galicia, es decir, nuestra primera preferencia es el producto local, y si no acudir a mercados consolidados».
Para Aníbal Santana uno de los grandes logros vividos en estos años ha sido la adaptación continua de El Pote a los nuevos tiempos, reinventándose y acoplándose a los gustos y cambios generacionales. «Hemos pasado de ser un restaurante muy clásico a varios ambientes diferenciados que combinan nuevos conceptos con lo de siempre. Lo más importante para el futuro, con la incertidumbre económica y política, es sobrevivir, como así lo hemos hecho a la pandemia y a la crisis económica», confiesa el propietario.
Para Adal Santana, la cara visible de El Pote y el hombre que gestiona a diario el icónico restaurante, «cumplir 50 años es todo un hito, casi un milagro, que se debe a numerosos factores que lo han hecho posible. Hemos sabido sobrevivir a muchos reveses ajenos a nosotros que han hecho daño, pero aquí seguimos», señala un orgulloso Adal.
«Con la crisis de 2008 se cortó un ritmo de almuerzos y eventos de todo tipo que se celebraban en El Pote, con la consecuente pérdida de ingresos y con una incertidumbre bastante importante. En ese momento mi padre jugó un papel fundamental, inventando y sacando adelante el altillo». Santana se refiere a la revolución que iniciaron dándole una vuelta al concepto del negocio. «Cambiamos toda la planta alta del restaurante, le quitamos la solera clásica, cambiamos las mesas bajas por las altas y creamos una nueva diferente que refrescó mucho la imagen del local y funcionó muy bien».
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El otro momento crítico, la crisis vivida en la restauración producto de la pandemia, El Pote consiguió torearla de una manera ágil. «Nosotros no cerramos. Desde que nos lo permitieron nos pusimos con el servicio a domicilio, lo que nos ayudó a no cerrar las puertas y no parar la cocina, que era lo que me preocupaba. Ese fue un momento clave en el que conseguimos salir adelante con mucho esfuerzo».
El Pote tiene tres ambientes claramente diferenciados, la planta baja, que mantiene esa esencia clásica y de siempre, la parte alta, con las mesas altas más informales, y la barra, con su propio ritmo e idiosincracia, además de la agradable terraza. Precisamente en la barra y luego en el comedor de la planta baja es donde se desarrollan las tertulias de El Pote, que pronto cumplirán 45 años. «Las tertulias son un lujo, un grupo de grandes amigos que mantienen esa bonita tradición cada jueves, a las 14.30 horas en barra y a las 15.00 horas en mesa. Son más de 100 personas, aunque el núcleo duro lo forman unas diez o doce personas que no fallan ningún jueves».
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